Que el socialismo español esté dividido y cercado por una izquierda más radical y populista, no es nuevo, ni exclusivo de nuestro país. Si me apuran, goza de mejor salud que el de cualquiera de los países que cuentan algo para la Unión. Aun cuando parecía imposible que el socialismo acusara una crisis tan profunda en Europa- que lo ha hecho desaparecer en la mitad de ella-, el caso español parece el de la Orquesta del Titanic. El barco se hunde, y los músicos no parecen darse cuenta o tocan la última pieza con una mezcla de inconsciencia y conformismo. El PSOE que fue con González no volverá, y el último capítulo de los avales lo demuestra. Lo importante para España no es quien gane, sino qué va a hacer el que gane. Y en ningún caso, la respuesta es buena para la nación. Si gana Pedro Sánchez, más cerca de Melénchon que de Macron, hará valer su no es no; a río revuelto ganancia de Iglesias. ¿Por qué votar a un tipo que se quiere parecer a Podemos, si ya tenemos populismo marca de la casa?

Como Le Pen en Francia, el chavismo puede ser una posibilidad en España. Aquí, Marine Le Pen nos sigue pareciendo una ultra, mientras que Iglesias pasa por un demócrata herbívoro. Complejos freudianos de la derecha sociológica y de la tontuna progre. Los programas del FN son tan histriónicos como los de los chicos de Melénchon. Si gana Susana, lo hará por estrecho margen, y para no terminar de romper un partido histórico, se volverá comprensiva con los nacionalismos, y con esa izquierda bolivariana que tanto detesta. La escucharemos hablar de federalismo asimétrico, nunca bien explicado, que no contenta a nadie. ¿Cómo nos justificará que Cataluña merezca un trato de favor, por historia? ¿Más historia que nuestra milenaria Andalucía? Mientras la Orquesta toque parecerá que el baile continúa, pero el final ya lo sabemos.

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