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Flamenco

Juego de espejos

  • El guitarrista Antonio Rey, uno de los más reputados solistas de hoy, publica su cuarto disco de estudio

El tocaor Antonio Rey (Madrid, 1981) en un recital de guitarra.

El tocaor Antonio Rey (Madrid, 1981) en un recital de guitarra. / Rafael a . Butelo

Two parts of me se abre con unas bulerías etéreas, con una melodía íntima, en tono menor y un estribillo delicioso en la voz del gran Richard Bona que, por supuesto, aporta también su buen hacer con el bajo eléctrico. Una melodía construida sobre un arpegio arrebatador. Las voces flamencas las ponen José Ibáñez y Macarín Ibáñez, Los Makarines, con la exquisitez habitual en este dúo sevillano. Las variaciones son luminosas y apuntan nuevas y maravillosas posibilidades melódicas en el mundo de lo jondo. Sin grandes aventuras armónicas, desde la sencillez y la solidez técnica, con modulaciones de gran efecto y melodías cálidas y envolventes. La segunda entrega buleaera del disco presenta las voces de Juan Villar y La Fabi para un toque más clásico que transcurre en la mayor parte de su extenso metraje, más de 7 minutos, en los territorios armónicos de la cadencia andaluza. Falsetas tradicionales y los pies de El Farru en tanto que Farruquito y Miguel Hernández se encargan de las letras. Contundente y viril, arrolladora, deslumbrante, épica, flamenquísima, clásica y moderna. Estos dos toques ponen de manifiesto el sentido del título de este disco: de una parte una visión más lírica, abierta a las músicas del mundo, y por la otra un toque que se alinea en la tradición jonda actualizada. Veámoslo también en las dos rumbas que incluye la obra.

La primera de ellas, titulada Mi Luisa es sutil y etérea, sensual, lírica pero que huye de todo sentimentalismo. Brillante, cortada a pico y apoyada armónica y melódicamente por los teclados de Alex Romero. Una pieza que camina fresca, alegre, por el ancho y a veces predecible, aunque este no sea el caso, camino de las mal llamadas músicas del mundo. Lo que se respira en Mi Luisa es una profunda libertad de inspiración. Más categórica, más deslumbrante, más frenética, resulta Teherán, una rumba trepidante que cuenta con el respaldo vigoroso de la batería de Manuel Reina y con una melodía igualmente contundente y cantable. Salinas es un tema del mítico guitarrista argentino Luis Salinas, compositor que ya había sido vertido a lo jondo por las manos de Tomatito. La voz la pone aquí Diego el Cigala que canta el bolero de Rafael Hernández Silencio y la vidalita flamenca. El contrapunto melódico corre a cargo del violín jerezano de Bernardo Parrilla. El espejo de esta composición es el tema que cierra la obra dedicado a Rafael Riqueni, un toque de apenas dos minutos a guitarra sola. Una pieza luminosa y sombría, incisiva y meditabunda, con aire de improvisación y a la que sin embargo no le sobra ni le falta una nota, de vertiginosos picados y hondos silencios y aire atarantado pese a que viene rotulada en el disco como canción. La pieza más extensa del disco es el zapateado, dedicado al ídolo de Rey, Vicente Amigo. Enérgico arpegio sirve de base para la explosión melódica en la que consiste la pieza, sostenida por el ritmo hipnótico de un estilo poco habitual en el flamenco contemporáneo que hunde sus raíces en los canarios, una danza del barroco hispano de origen insular. Una pieza penetrante con forma de sonata y ritmo febril, casi magrebí, y seductoras melodías, dobladas en algunos pasajes por la armónica de Diego Villegas.

'Two parts of me' cuenta con las colaboraciones de Richard Bona y Farruquito, entre otros

Y ¿cuál es la otra cara de Amigo, según Rey? Pues Morao, la segunda de las piezas del disco interpretada en solitario por la guitarra, en este caso a ritmo de soleá. Una obra modal, quintaesenciada, rotunda, fiera, tradicional, de falsetas poderosas. Hay un guiño a la guitarra jerezana del siglo XX, pero es una pieza 100% de la casa Rey. Inteligente y sutil, de poderosos rasgueos, falsetas sinuosas y ritmo inapelable.

Una nueva mayor que añadir al inventario de este guitarrista. Two parts of me es el cuarto disco de Antonio Rey (Madrid, 1981) después de A través de ti (2007), Los colores del fuego (2011) y Camino del alma (2013). Antes de emprender esta sólida carrera como solista, Rey militó, entre otras, en las compañías de Ángel Rojas, Manuela Carrasco, Antonio Canales, Yoko Komatsubara y Farruquito.

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