El lanzador de cuchillos

Doctor Candel y Míster Spiriman

Es fácil imaginar que estará sufriendo presiones de todo tipo, pero su visión del conflicto hace tiempo que es paranoica y totalitaria

En algo más de un año, el doctor Candel ha conseguido sacar más gente a la calle en Granada que nadie en lo que llevamos de siglo. He perdido la cuenta de las veces que, espoleados por el médico youtuber, los granadinos se han levantado del sofá para gritar a los responsables de la Junta que no van a renunciar a sus dos hospitales completos.

Carlos Cano expresó una queja cargada de pesimismo social en aquella famosa copla carnavalera. Ya saben, la que decía eso de "si en vez de ser pajarito, fuéramos tigre bengala, a ver quién sería el guapito de meternos en una jaula". Candel ha obrado un milagro extraordinario: conseguir que el dócil e indolente pajarito granaíno haya mutado inopinadamente en fiero tigre de bengala que enseña, por fin, los dientes al poder y se tira a la calle a pelear por lo suyo. En una ciudad donde los problemas suelen morir en la cama como si fueran dictadores gallegos, la tenacidad, la determinación y la fe del doctor Candel son verdaderamente encomiables.

Pero hay una faceta de su personalidad, que se ha ido revelando con mayor nitidez a medida que Spiriman, su alter ego de gorra y gafas negras, ha ido adquiriendo notoriedad, que ya no tiene tanta gracia. La verborrea espontánea y vehemente, pero bienhumorada, de aquellos primeros vídeos, dio paso hace tiempo a un discurso hosco y agresivo en el que se injuria, se calumnia y se amenaza a todo el que se atreva a matizar mínimamente su errática línea argumental.

Spiriman, visiblemente agrandado, habla desde el púlpito de su autoproclamada superioridad moral, y convencido como está de encarnar La Rectitud, no acepta más verdad que la suya, que sólo puede ser contradicha por sinvergüenzas movidos por intereses bastardos. Es fácil imaginar que estará sufriendo presiones y maniobras de todo tipo, pero su visión del conflicto es, desde hace tiempo, preocupantemente paranoica y totalitaria. Como el Quijote 3.0 que cree representar, ve enemigos por todas partes, a los que azuza de manera irresponsable el doberman de las redes, propiciando su linchamiento inmisericorde.

El doctor Candel, si aún no ha sido engullido completamente por su personaje, deberá embridar el caballo desbocado de Spiriman para que el objetivo final, justo y deseable, de una sanidad pública digna y de calidad, no se malogre. No estaría de más que alguien le recordase, ahora que se cumple un año de la muerte de Fidel, en que se acabó convirtiendo el líder de la última revolución de barbudos.

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