El lanzador de cuchillos

El saco de los palos

Es amplia la nómina de políticos, de izquierdas o derechas, que ha escupido en la cara de los andaluces

Servidor, andaluz moderadamente orgulloso de serlo, empieza a estar, sin embargo, hasta la bolsa escrotal de que esta vieja tierra sea el muñeco de pimpampum al que disparan todos los políticos demagogos de allende Despeñaperros para justificar su incompetencia, congraciarse con su clientela o desviar la atención de los chiringuitos financieros en los que esconden los billetes de quinientos euros.

Como si los andaluces no tuviéramos ya bastante con nuestros propios políticos, cada cierto tiempo tenemos que aguantar las ofensas xenófobas de los nacionalistas periféricos o el desprecio clasista de la vieja derecha capitalina. Hasta Albert Rivera nos quería enseñar a pescar, que es como pretender revelarle a un monje de Saint-Rèmy el secreto de la cerveza trapense.

El último en apuntarse al comentario con tufillo racista ha sido un antiguo portavoz de la Candidatura d'Unitat Popular, nieto de murcianos y miembro de la plataforma Súmate, creada para integrar a la charnegada en la Catalunya de los puchdemones, lo que se me antoja un imposible ontológico similar a militar en la CUP y apellidarse Baños.

Pero antes hubo muchos otros: Odón Elorza, Pujol, Artur Mas… y, ¡oh,sorpresa!, Cristina Cifuentes, la presidenta madrileña, que nos salió con aquello de que la Comunidad de Madrid pagaba la sanidad, la educación y otros servicios básicos de los andaluces, olvidando, como suelen hacer los nacionalismos que ella misma critica, que en España no tributan los territorios, sino los contribuyentes y que muchas empresas, como las grandes entidades de los sectores energético, turístico o petrolero, obtienen sus beneficios en Andalucía, pero tienen el domicilio fiscal en la capital de España.

De la madrileña calle Génova -que es casi entera de un sevillano del Betis, mira por dónde- nos llegó también el pitas pitas de Esperanza Aguirre y el insulto de Ana Mato a los niños andaluces, a los que definió como "prácticamente analfabetos".

De Sabino Arana a Antonio Baños, es amplia la nómina de políticos, de izquierdas o derechas, de provincias o del foro, incorruptibles o sobornables, que ha escupido en la cara de los andaluces. Y se podrían contar con los dedos de una mano los que han hecho el esfuerzo necesario para huir del cliché facilón del andaluz simpático e inconstante, que tapa la realidad profunda de una Andalucía seria, trabajadora y ambiciosa. El trino patoso del cupero Baños no es más que la última patada propinada por el amo en el culo dolorido de la eterna chacha de España.

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