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Bush se despide reconciliador

  • El presidente norteamericano pronuncia su último discurso sobre el estado de la Unión con una alocución amable y modesta · Se centró en la situación económica e hizo escasas referencias a Iraq

El último discurso sobre el estado de la Unión del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, fue una alocución conciliadora hacia los demócratas con propuestas modestas, lo que refleja la caída de su influencia en el país. Bush no habló del famoso Eje del Mal, ni de acabar con las tiranías en Oriente Medio, ni de reformar el sistema migratorio y de pensiones.

Todos ellos fueron mensajes de sus discursos previos sobre el estado de la Unión, que es la alocución más importante de un presidente durante el año, pues en ella presenta su agenda legislativa a los senadores y congresistas reunidos de manera conjunta en la Cámara de Representantes.

Pero el lunes, ante los tres poderes públicos -excepto, por motivos de seguridad, un miembro del gabinete presidencial, esta vez el secretario del Interior, Dirk Kempthorne- y ante el pueblo estadounidense a través de la televisión, Bush pidió poco.

Instó a aprobar un plan de estímulo económico acordado con los demócratas de la Cámara Baja que de una forma o de otra nadie duda de que se aprobará.

Mucho más cuestionable es la ratificación de Tratados de Libre Comercio (TLC) con Colombia, Panamá y Corea del Sur, que el presidente también pidió.

Bush urgió además al Congreso a que haga permanentes las rebajas tributarias temporales aprobadas durante su mandato.

La solicitud le ganó una ovación en pie de los republicanos, agrupados a su izquierda, mientras los demócratas se quedaban sentados, lo que es una mala señal para Bush.

El presidente no pidió al Congreso aprobar una reforma migratoria que regularice a los 12 millones de trabajadores clandestinos que residen en el país o que respalde una privatización parcial de la Seguridad Social, sus dos principales propuestas domésticas en su segundo mandato.

Dana Perino, la portavoz presidencial, reconoció antes de la intervención de su jefe que será imposible que la Legislatura, dominada por los demócratas, respalde estos proyectos antes de que Bush abandone la Casa Blanca en enero de 2009.

Su problema no es sólo un Congreso hostil, sino que también ha perdido el apoyo de los estadounidenses, pues tan sólo aproximadamente un 30 por ciento aprueba su gestión.

Ese índice minúsculo explica por qué los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia hablan mucho más del presidente Ronald Reagan que del actual ocupante de la Casa Blanca.

En cambio, los demócratas mencionan al presidente con frecuencia y desdén, en un intento de explotar el descontento.

El desencanto con Bush se ha agudizado con el tambaleo de la economía, sacudida por un sector inmobiliario que en 2007 registró el peor año desde la década de 1960, cuando Estados Unidos comenzó a registrar de forma sistemática niveles de precios y de ventas.

El presidente abrió el discurso hablando del bolsillo de los contribuyentes, un tema que había ocupado un lugar secundario en alocuciones anteriores por su fijación en la guerra contra el terrorismo.

Dejar Washington en medio de una contracción económica, como le pasó a su padre, George H. W. Bush, dejaría al actual presidente con un mal sabor de boca.

Bush pidió a los estadounidenses confianza en la economía, al tiempo que reconoció que su preocupación está justificada por las inciertas perspectivas a corto plazo.

En Iraq, sin embargo, las cosas le van a Bush mucho mejor que hace un año.

En su anterior discurso sobre el estado de la Unión se hallaba a la defensiva, con el país mesopotámico al borde de una guerra civil y los demócratas exultantes por su conquista del Congreso y determinados a forzar una retirada de las tropas estadounidenses.

Un año después, los legisladores demócratas han fracasado, y el envío de tropas adicionales a Iraq el año pasado ha coincidido con una disminución de la violencia.

Al contrario, la situación en Afganistán y Pakistán ha empeorado, aunque Bush pasó de puntillas sobre el tema.

Las agencias de inteligencia de Estados Unidos creen que la red terrorista Al Qaeda y los talibanes operan con gran libertad en las zonas fronterizas entre ambos países.

Estados Unidos enviará 3.200 marines extra a Afganistán, para continuar los "éxitos" de su operación allí, según dijo Bush.

El año que viene, en el discurso de inauguración, otro presidente tendrá que anunciar qué pretende hacer en Afganistán e Iraq, las dos grandes brechas abiertas por Bush en estos años.

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