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China desconfía de la eficacia del ultimátum al Tíbet que acaba hoy

  • Miles de tibetanos salen a la calle en otra jornada de protestas por todo el país

Las fuerzas armadas chinas no confían en el resultado del ultimátum dado a los agitadores en Tíbet para que se entreguen antes de la medianoche de hoy y les busca casa por casa en Lhasa, la capital tibetana.

El alcalde de Lasha, Doje Cezhug, aseguró ayer que la ciudad "está en calma" y que "la situación general en el Tíbet es buena" tras los graves disturbios registrados el viernes.

Doje atribuyó esa violencia a "un grupo de monjes y quebrantadores de la ley que golpearon, destrozaron, saquearon e incendiaron escuelas, hospitales y comercios con el objetivo de perturbar la vida feliz y estable de los tibetanos". Además, el alcalde desmintió que se haya impuesto la ley marcial y que no esté permitido salir a la calle, sobre todo a los extranjeros.

Según informó una fuente que pidió el anonimato, "el centro histórico de Lhasa sigue acordonado y circulan pocas personas con bolsas de objetos recuperados en los comercios destrozados". La testigo declaró que se oyeron disparos aislados, mientras es vox populi que los esfuerzos se concentran en practicar detenciones, con las calles controladas militarmente.

El bloqueo informativo impuesto por China continuó ayer, sin posibilidad para la prensa extranjera de verificar las cifras oficiales que además son contradictorias, ya que el Pekín aseguró que hubo "10 civiles muertos y 12 policías heridos" y el Gobierno tibetano en el exilio confirmó al menos 30 muertos, que podrían llegar al centenar.

En esta línea censuradora, las autoridades chinas instaron ayer a las ONG extranjeras abandonar el Tíbet, según informaron las organizaciones afectadas.

Durante la Asamblea Nacional Popular (ANP), a la que asistía el presidente Hu Jintao, Qiangba Puncog, gobernador del Tíbet advirtió que "trataremos con dureza a esos criminales. Golpear, destrozar, saquear y quemar. Condenamos tajantemente ese comportamiento destinado al fracaso", dijo Qiangba.

Esta ola de violencia se ha convertido en la primera gran crisis para un Pekín envuelto en los preparativos de los Juegos Olímpicos, con los que quiere presentarse como país unido y próspero.

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