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Día a día bajo los misiles

  • Los habitantes de la localidad israelí de Sderot tienen 15 segundos para alcanzar los refugios desde que se activa la alerta roja que avisa de la presencia de proyectiles

Para los residentes de la localidad israelí de Sderot la alerta roja no es un cliché, sino un modo de vida, una advertencia seria que les avisa que tienen como mucho 15 segundos para encontrar refugio hasta que impacte el misil disparado desde la Franja de Gaza, a menos de dos kilómetros.

"Cuando escuchas la alarma, abrazas la pared para buscar refugio tan fuerte como sea posible y confías en no formar parte de esta ruleta rusa", relata Noam Bedein, del centro privado Sderot Media Centre.

Desde junio de 2001, los milicianos palestinos en Gaza han lanzado 2.752 misiles contra Sderot y más de 6.000 en todas las áreas adyacentes a la Franja de Gaza.

Aunque Sderot está equipado con refugios, no todo el mundo puede alcanzar uno en ese breve periodo de tiempo entre que se escucha por los altavoces de la localidad la frase hebrea "tzeva adom" (literalmente: "color rojo") y que impacta el proyectil.

Los misiles, conocidos como Qassams, aunque los diferentes grupos de milicianos tengan nombres diferentes para sus proyectiles, son el elemento que domina la vida en este pueblo fronterizo.

La gente planea su rutina diaria en torno a los misiles, llevan a sus hijos al colegio por un camino con la mayor cantidad posible de refugios, les bañan lo más rápido posible o bajan al máximo el volumen de sus televisores o radios.

Los misiles parecen no tener horario, aunque a menudo suelen ser lanzados temprano en la mañana o a última hora de la noche, cuando las calles de la ciudad están más concurridas de lo normal, con la gente yendo o viniendo del trabajo.

Tampoco hay un patrón de conducta. Algunos días no hay misiles, otros caen uno o dos, otros tal vez más. En los últimos tres días de la pasada semana cayeron más de 120 misiles en el sur de Israel.

Hasta la fecha, la cifra de víctimas letales en Sderot ha sido relativamente baja, pero a menudo es una cuestión de un margen muy estrecho.

El pasado 3 de septiembre, cuando la Yihad Islámica lanzó ocho misiles en lo que dijo que era un regalo para el inicio del año escolar israelí, uno de los proyectiles cayó a sólo 20 metros de un concurrido mercado a cielo abierto. "Fue un desastre", recordó un testigo. "La gente corría para salvar sus vidas, tropezando unos con otros. Una anciana no podía escapar. Gritó y se cayó. Se escuchó un estruendo seguido de diez minutos de histeria", relató.

Los efectos de los misiles son visibles por todas partes de la ciudad, en los baches de las carreteras, en los refugios repartidos por todo el pueblo, en la colorida -casi chillona- decoración de algunos refugios, que resulta imposible disimular su función, y en los enormes y torpes toldos instalados sobre colegios para ofrecer alguna suerte de protección.

Los misiles son una cuestión improvisada. Cada uno puede transportar hasta cinco kilos de explosivos y metralla, y no son especialmente letales. Hasta la fecha han muerto 12 personas.

Pero para los residentes en Sderot, el martilleo diario (y también nocturno) de las advertencias es mucho más que irritante y en todo caso sólo alguno de los 20.000 residentes del lugar hace caso omiso.

Raziel Sasson, de 13 años, resultó herido hace unos años cuando cayó de un árbol tras estallar un misil en el vecindario. Desde entonces sufre de ansiedad y se siente mejor si duerme en el refugio de 1,5 por 1,5 metros contruido de metal y hormigón en una esquina del salón de su casa.

Su familia, al igual que muchas otras del lugar, duermen a diario en el salón, a fin de tener mejor acceso al refugio si suena la alerta.

Cerca de uno de cada siete residentes se ha marchado del lugar y, a juzgar por los carteles de "se vende" o "se alquila", muchos de los que todavía residen allí piensan también en mudarse.

Además, el servicio de Salud Mental de Sderot, que sólo cuenta con cuatro psicólogos, ha abierto unos 3.000 expedientes como consecuencia del trauma provocado por los misiles, y un 30 por ciento de los menores sufre trastornos por el estrés postraumático con síntomas como dificultades para dormir, pesadillas, regresión en el desarrollo, agorafobia o camas mojadas.

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