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Jean-Claude Juncker: Un líder surgido del corazón del continente

  • Juncker tiene una fuerte personalidad, que contrasta con la docilidad del actual presidente, Durao Barroso

Si el lugar de nacimiento marca una vida, se puede decir que Jean-Claude Juncker es europeísta desde la cuna. Pocos países pueden demostrar una mayor implicación con la integración europea que Luxemburgo, miembro fundador de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), embrión del que surgió la actual UE. El candidato de los populares europeos vino al mundo en 1954 en un pequeño pueblo situado en una encrucijada geográfica a escasos kilómetros de las fronteras con Francia, Bélgica, Alemania y Holanda. La historia también se cruzó en su árbol genealógico. Su padre fue un obrero siderúrgico que durante la ocupación alemana fue reclutado por la fuerza para combatir en la Wehrmacht. Por lo tanto, no es de extrañar su compromiso personal por un proyecto político como es la Unión Europea, surgido precisamente para superar las tensiones francoalemanas, que desencadenaron entre 1870 y 1945 millones de muertos en tres conflictos, de los que dos arrastraron al mundo entero a las armas.

Un compromiso que le valió las críticas en su propio país, acusado de desatender el Gobierno del que fue primer ministro y ministro de Economía durante 18 años por su excesiva atención a los asuntos comunitarios. Precisamente fue descabalgado del cargo hace un año, criticado por no reaccionar con suficiente firmeza contra los servicios secretos de su país, que habrían practicado escuchas ilegales a un gran número de personalidades, entre las que se encontraban él mismo o el jefe del Estado, el Gran Duque Enrique.

También es cierto que los últimos diez años no han sido nada fáciles para Bruselas. Juncker fue nombrado en 2004 primer presidente del Eurogrupo, que agrupa a los países que comparten el euro como divisa. En primer lugar, se implicó personalmente en que el proyecto de constitución saliera adelante. Pero la negativa de numerosos países a ratificarlo puso en solfa esa iniciativa. Y una vez que parecía que se habían superado el marasmo político con la aprobación del Tratado de Lisboa, el estallido de la crisis económica casi rompe la costuras de la unión.

Pese a que su cargo apenas tiene atribuciones formales en los tratados, Juncker imprimió a la Presidencia del Eurogrupo un liderazgo moral por el que no dudó en disentir de algunas de las posturas más intransigentes de los países del norte de Europa, entre ellos Alemania, como su rechazo a la emisión de eurobonos.

Pero su personalidad socarrona y abierta en el trato cercano, que le permite ser un puente entre la adustez germánica y la vivacidad meridional. Buen ejemplo ello es la conocida ya como maldición de Juncker. "Sabemos lo que hay que hacer para salir de la crisis, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo". El candidato de los populares europeos afirma tener el apoyo de Angela Merkel para convertirse en presidente de la Comisión si resulta el más votado. Sin embargo, en Bruselas se duda de que sea tan firme ese apoyo a un hombre de una personalidad tan marcada como Juncker, que contrasta con la docilidad del actual líder del Ejecutivo Comunitario, José Manuel Durao Barroso. Posiblemente, se deba a que el candidato socialista, el alemán Martin Schulz, le guste aún menos a Berlín.

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