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La dureza de Merkel alienta una ola creciente de 'germanofobia' en Europa

  • Proliferan en la prensa de toda Europa las alusiones al dominio económico alemán y las comparaciones con el pasado histórico · La última cumbre de Bruselas ha incrementado la sensación de malestar

Es la mujer más poderosa del mundo, según la influyente revista Forbes, y la representante de la mayor economía europea. Pero la gestión que está haciendo Angela Merkel de la crisis de deuda ha despertado el antiguo fantasma de la germanofobia que los países del Viejo Continente habían escondido celosamente durante décadas. "¡Regresa el miedo a Alemania!", alertaba estos días el diario alemán de masas Bild. Y para algunos sectores europeos, ese miedo "a la fuerza, a la arrogancia, al poder" de la locomotora europea es mayor desde la reciente cumbre de Bruselas, en la que se decidió que el único camino posible es el alemán, el de la austeridad y estabilidad.

Merkel y su aliado, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, lograron su objetivo. La dupla Merkozy volvió a imponerse, si bien sin el Reino Unido, al que Berlín considera completamente "aislado". Pero Alemania "pagará un alto precio", advirtió en su edición digital el prestigioso semanario alemán Der Spiegel.

De hecho, las reacciones fueron las esperadas. "Bienvenidos al cuarto Reich", titulaba estos días el diario sensacionalista inglés Daily Mail, para el que la humanidad será "testigo de cómo los alemanes colonizan la economía europea en secreto". "Donde Hitler fracasó con sus medios militares, triunfan los alemanes modernos con su disciplina presupuestaria y de mercado", agregó. El también británico Sunday Times retrata en una caricatura a la canciller como camarera bávara obesa sirviendo jarras de cerveza en las que puede leerse "estricta disciplina" o "cerveza amarga" mientras suda y grita malhumorada.

Pero a la líder democristiana no parece importarle la mala fama de la que goza últimamente entre sus vecinos. Implacable, reitera su nein a las peticiones de los países en mayores dificultades, como los controvertidos eurobonos o un mayor papel del Banco Central Europeo.

"La fe me enseñó que nadar a contracorriente a veces es lo correcto", explica en el libro So wahr mir Gott helfe (en español, Así espero hacerlo con la ayuda de Dios), en el que Volker Resing recoge sus reflexiones.

Hija de un pastor protestante, creció en la Alemania comunista y sabe bien lo que es vivir en un ambiente inflexible y hostil. Y aprendió la lección que le quedó a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial: gobernar sin grandes inventos ni jugadas arriesgadas.

Ahora, aprovecha su privilegiada situación para llevar la voz cantante en la lucha contra la crisis. Representa al país más rico de Europa, al más poblado, al segundo exportador mundial con un desempleo cercano al 6%, con una deuda soberana elevada, pero en descenso, y sobre todo a una nación que aporta casi el 20% del presupuesto de la Unión Europea.

Pero el Viejo Continente ha empezado a cansarse de escuchar siempre los mismos argumentos. "Alemania secuestra Europa", clama el rotativo griego Dimikratia. El diputado Yianis Dimaras llegó a decir que la "política de Berlín hacia Atenas es tan mala como la del terror nazi durante la Segunda Guerra Mundial".

Mientras, los manifestantes helenos recurren desde hace semanas al punto más débil de un país obsesionado con su pasado nazi: retratan a Merkel como el dictador Adolf Hitler.

También lo hizo recientemente el populista rotativo italiano Libero, cercano al ex primer ministro Silvio Berlusconi. En sus páginas exhibió a una canciller ataviada con el uniforme de las SS bajo el letrero "Heil, Merkel".

En Italia, donde como en España, Grecia y Portugal se teme sobre todo que Merkel impulse una Europa de dos velocidades, Il Giornale, de la misma línea, lanzó recientemente un "Alemania quiere guerra". El ex ministro Renato Brunetta declaró a ese medio que "los alemanes tienen que agradecer su bienestar actual a la debilidad del resto".

Y Francia es otro de los países más combativos. Le Monde dio la voz de alarma hace poco con el titular "una ola de germanofobia en Europa", mientras los cascos y las pesadas botas militares germanas se pasean a diario por las páginas de la prensa gala.

Pero el debate estalló realmente cuando el diputado socialista Aranud Montebourg arremetió contra la política de Merkel "estilo Bismarck" y llamó a "una confrontación política con Alemania". Con su gestión, similar a la del canciller durante la guerra franco-prusiana de 1870, "quiere matar el euro", afirmó. Inmediatamente, el ministro de Exteriores, Alain Juppé, lo reprendió por agitar "los viejos fantasmas de la germanofobia".

En España, algunos comentaristas se han referido a ella como ángel exterminador de Europa. Los medios temen que la primera mujer que dirige Alemania determine también los destinos europeos .

Al coro de críticas contra Merkel se suman ahora muchos de sus compatriotas. Los principales partidos opositores, socialdemócrata y verde, defienden por ejemplo los eurobonos.

"El rigor de Merkel está arruinando el trabajo de varias generaciones", comentó Jakob Augstein, uno de los propietarios de la revista Der Spiegel.

"El continente está obligado a seguir el modelo germano", criticó en su semanario el renombrado periodista. "Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes habían escuchado y se habían limitado a hablar en voz baja (...). Merkel, que no es una política conservadora, sino una radical, no se preocupa por esta tradición. Es una canciller peligrosa", aseguró.

El ex canciller socialdemócrata Helmut Schmidt (1974-1982) también alertó a su Ejecutivo contra la tentación de convertirse "en el maestro de otros países" y "poner en riesgo el proyecto de Europa".

"Una canciller alemana no puede permitirse el lujo de comportarse como Margaret Thatcher, la Dama de Hierro", concluyó Augstein.

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