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'Shame'

  • El 'Brexit'deja entre el pasmo y la vergüenza a millones de británicos.

"Es la victoria del populismo y la estupidez total". Las palabras del periodista John Carlin daban voz a muchos de los 16 millones de británicos que ayer se levantaron contemplando a sus vecinos como si hubieran caído víctimas de la invasión de los ultracuerpos. "No ha sido por mí", "Lo siento, no puedo creer esto", "Me da vergüenza". Me da vergüenza. En una primera reacción, más que por los problemas infraestructurales que les pueda traer el Brexit, la principal preocupación de amigos y conocidos ingleses era qué se iba a pensar de ellos. Si los creeríamos gente estrecha de mente, prejuiciosa y supremacista.

#We´reFucked y #NotMyVote subieron puestos en Twitter. Desde luego, dieciséis millones de votos no son para despreciarse. Pero no son todos. No son el 62% de Escocia, que votó por la permanencia. No son el 72% de los jóvenes, que votaron por la permanencia. Es cierto que el voto de la tercera edad ha tenido un gran peso pero, según señala The Guardian, ser un "perdedor de la globalización" -esto es, tener un bajo nivel de ingresos y de formación- aparece como un factor clave. Por eso, las reacciones que vemos desde aquí son de pasmo y enfado mayoritarios. Las reacciones que llegan hasta nosotros no son, por motivos obvios, las de esos grandes perdedores. Esos chavs a los que, como bien explica Owen Jones, nos permitimos el lujo de despreciar, de los que nos burlamos. El viejo proletariado al que el neoliberalismo subrayó su condición de lumpen, que fue defenestrado de los soportes sociales y en el que ha calado, como la lluvia fina, el mito del inmigrante de Schrodinger: ese que vive de las ayudas sociales y que, a la vez, te quita el trabajo.

Qué país tan pobre han hecho del mío, era la tristeza implícita en el bochorno de los británicos que conocemos. Qué reduccionismo, qué simpleza, qué desconexión con la realidad, qué poco tiene que ver conmigo. Ninguno de ellos, recordemos, ayudaron ayer a sumar la victoria.

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