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aniversario de la matanza Los supervivientes exigen, diez años después, que se reabra la investigación

¿Cuánto cuesta una vida en Rusia?

  • Los familiares de las víctimas del teatro Dubrovka de Moscú ni olvidan ni perdonan a Putin la intervención que costó 130 vidas

Las víctimas de la tragedia del teatro Dubrovka de Moscú, que ayer cumplió diez años, ni olvidan las casi 60 horas de secuestro terrorista ni perdonan al Gobierno ruso por la controvertida operación de rescate que causó 130 muertos.

"¿Cuánto vale la vida humana en Rusia? Putin dijo que con los terroristas no se negocia, por lo que el Estado nunca intentó salvar a los rehenes a través de negociaciones", comenta Svetlana Gubaleva, que perdió a su marido, estadounidense, y a su hija.

Muchos de los supervivientes del secuestro no supieron hasta varios días después de la muerte de sus familiares y amigos del gas utilizado por los militares para liquidar, el 26 de octubre de 2002, al comando checheno de 40 terroristas que tomó el teatro.

"Como mínimo, con ocasión del aniversario, el presidente debe disculparse, y lo mismo debe hacer el entonces alcalde de Moscú Yuri Luzhkov", asegura Sergei Budnitski, que perdió la conciencia pero fue reanimado en el hospital. Las víctimas culpan directamente a las autoridades de despreciar la vida de los rehenes al usar un gas altamente tóxico en la operación de rescate y no preparar detenidamente su evacuación, principal motivo de la alta cifra de muertos.

Los terroristas, que capturaron a casi mil espectadores que asistían al musical Nord-Ost y a los artistas, exigían el fin de la segunda guerra en Chechenia, demanda que el Kremlin se negó a estudiar.

"Yo caí en estado de coma, mi marido murió en el teatro y mi hija, de 13 años, fue trasladada en un mísero autobús junto a otras 32 personas. La evacuación llevó tanto tiempo que los médicos ya no pudieron reanimarla", señala Gubaleva, residente en Kazajstán, quien supo desde el primer momento "que habría asalto" y que su "única esperanza era que, como extranjeros, los terroristas" les pusieran en libertad.

"Ya habíamos llegado a un acuerdo con los terroristas, que dijeron que no tenían nada contra los extranjeros, y las embajadas de EEUU y Kazajstán, pero el precipitado asalto frustró nuestra liberación y les costó la vida a mi esposo e hija", añade.

La organización Nord-Ost, que agrupa a supervivientes y familiares de las víctimas, exige al Estado que reabra la investigación, identifique a los que ordenaron la operación de rescate y desvele la composición del gas usado, que en su momento se dijo que era inofensivo.

"El Estado cometió una negligencia criminal, pero se niega a reabrir el caso. Es evidente que tiene algo o alguien a quien encubrir. También consideramos responsable a Putin", indica Tatiana Karpova, que perdió a su hijo.

Las víctimas no lo van a tener fácil, ya que diez años después sigue siendo un misterio quién dirigió el rescate y si el Kremlin participó directamente en la operación, pues todos los documentos al respecto fueron destruidos.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dio la razón en noviembre de 2011 a las víctimas al criticar el rescate, aunque dictaminó que el uso de la fuerza no vulneró los derechos humanos, y conminó a Moscú a realizar una nueva investigación y compensar a las víctimas, pero el Gobierno ruso sólo accedió a esto último.

"No se trata de una revancha. Queremos prevenir futuras tragedias. ¿Cómo puedo quedarme de brazos cruzados cuando nuestros seres queridos fueron abandonados varias horas sin recibir asistencia médica?", pregunta Karpova.

Gubaleva considera que "el presidente es el garante de los derechos constitucionales del ciudadano" y que el "Estado ruso incumplió sus obligaciones de garantizar la vida de las personas".

Por su parte, Budnitski, que fue militar, cree que la operación de rescate fue "magnífica". Si se hubieran empleado explosivos, el techo del teatro se habría desplomado, argumenta, pero asegura que la evacuación fue "un desastre". "Había un hospital de veteranos frente al teatro, en cambio nos trataron en hospitales de campaña en plena calle y nos llevaron en autobuses a otras clínicas", precisa.

Budnitski recuerda cómo los guerrilleros chechenos armados con metralletas entraron poco después del inicio del segundo acto de la obra y dispararon al techo, tras lo que comenzó su odisea.

Dos años después tuvo lugar un secuestro similar en una escuela de Beslán, Osetia del Norte, que terminó tres días después con la matanza de 330 personas, 186 de ellas niños.

"El Gobierno ruso no ha extraído ninguna lección. Los que tomaron decisiones en Dubrovka y Beslán siguen en el poder", asegura Ella Kesayeva, una de las dirigentes del movimiento Madres de Beslán.

Kesayeva, que acusa al Kremlin de "crimen de Estado" por usar tanques y lanzallamas contra la escuela, opina que estas dos tragedias son eslabones de la misma cadena. "Beslán fue útil para el Kremlin. Una sangre necesaria para que Putin pudiera reforzar su poder con la reforma del sistema y centralización de la Administración. Entonces, el Estado ruso solventaba así los problemas políticos", subraya.

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