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Tratado de lisboa Punto de partida para la nueva Europa

El futuro de una Europa más ágil

  • El Tratado de Reforma retoma el 80% de la fallida Constitución con la intención de agilizar las decisiones de la UE y simplificar sus relaciones con el resto del mundo tras las oleadas de ampliación

El Tratado de Lisboa, que los jefes de Estado y Gobierno de los 27 socios de la UE firman este jueves en la capital portuguesa, debería poner punto final a años de incertidumbre, desde el fracaso de los referendos de Francia y Holanda en 2005, sobre la extinta "Constitución" del bloque comunitario.

Ahora que se ha logrado, en principio, superar el agrio debate sobre la necesaria reforma de las instituciones de la UE, la Unión está más libre para centrar sus esfuerzos en encontrar soluciones prácticas a los problemas reales que afectan a su ciudadanía.

La ralentización del crecimiento económico en la UE, las amenazas que plantea la globalización, el cambio climático o la delicada situación en los Balcanes occidentales, son algunos de los asuntos que dominan la agenda.

Portugal, la anfitriona de la cumbre, se empeña en que el tratado lleve el nombre de la capital lusa, aunque eso suponga un tortuoso camino que recorrer antes de que acabe 2007, una muestra más de que nadie quiere quedarse fuera de la foto del éxito.

Pero el método que la UE ha escogido para tratar esos retos se basa en gran parte, según muchos analistas, en la iniciativa de un pequeño grupo de elegidos.

Quienes tienen realmente en sus manos la posibilidad de dar un impulso determinante a la UE a partir de 2008 tienen nombre y apellido: el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy; la canciller alemana, Angela Merkel, y -en menor medida- el presidente de la Comisión de los 27, José Manuel Durao Barroso.

Los jefes de Estado o Gobierno de los otros socios grandes de la UE, como el Reino Unido o Italia, podrían ofenderse por sentirse excluidos de este grupo de vanguardia que, supuestamente, será el que tire de la locomotora europea al menos hasta las elecciones a la Eurocámara de 2009, año en el que el nuevo Tratado de Lisboa debería estar en vigor, según las previsiones más optimistas.

No obstante, la realidad es que el primer ministro británico, Gordon Brown, está acorralado por un electorado cada vez más euroescéptico, mientras que su homólogo italiano, Romano Prodi, también debe enfrentar un rosario de problemas en casa y bastante tiene con mantener una coalición de gobierno cada vez más fragmentada.

El energético presidente francés ha dado muestras palpables de su pasión por el trabajo político y ha presentado un enorme abanico de iniciativas que contemplan desde instrumentos para proteger a las industrias europeas de las exportaciones chinas, mucho más baratas que las europeas, hasta el proyecto de Unión Mediterránea que debería establecer una relación más estrecha entre Turquía, Siria, Libia o Israel.

La UE busca fórmulas para un equlibrio entre la economía de mercado y el tradicional modelo europeo de protección social: Mientras Merkel destaca los beneficios del libre mercado, Francia apoya un fuerte "Estado del bienestar".

El Tratado de Lisboa, conocido oficialmente como Tratado de Reforma, y que retoma el 80 por ciento de la fallida "Constitución", está concebido para hacer más ágil el proceso de toma de decisiones de la UE, tras las sucesivas oleadas de ampliación.

También persigue simplificar la relación del bloque comunitario con el resto del mundo y darle más peso internacional.

Con el nuevo Tratado, Javier Solana, el alto representante de Política Exterior y de Seguridad Común, adquirirá mayor protagonismo ya que posiblemente se convertirá en el "ministro de Exteriores" de los 27, aunque el impacto que vaya a tener el cargo de presidente permanente del Consejo dependerá de quién sea la cara visible que ocupe el puesto.

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