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La encrucijada iraquí Exigen puestos de trabajo, respeto y participación en el reparto de poder

La pesadilla de las milicias

  • Los grupos suníes que Estados Unidos ha utilizado para enfrentarse al terrorismo de Al Qaeda en Iraq suponen ahora una seria amenaza para el Gobierno chií

Las milicias en Iraq son como un espíritu de Las mil y una noches, que no se deja dominar ni quiere volver a su botella tras cumplir los deseos de su amo.

En vez de desaparecer tras el trabajo realizado, las milicias fundadas por los jefes de los clanes con ayuda del Ejército norteamericano, que en los últimos dos años hicieron una aportación decisiva a la mejora de la situación de seguridad, ahora piden puestos de trabajo, respeto y en parte también poder. La multiplicación de atentados en los últimos días, que ha devuelto la situación en la capital a sus peores momentos, tiene mucho que ver con esta situación.

"Si el Gobierno no integra al Estado o en las fuerzas de seguridad a estos milicianos, podría suceder que todos los éxitos de los últimos tiempos queden en nada", advierte Hussein Hafis, politólogo de la Universidad de Bagdad.

Hasta ahora, un 20% de los milicianos fueron integrados en la Policía y el Ejército. Sin embargo, a seis años de la invasión norteamericana, muchos de ellos ven el futuro con inseguridad.

La semana pasada hubo graves enfrentamientos callejeros en el barrio bagdadí de Al Fadhl entre funcionarios de seguridad y milicianos, después del arresto del comandante de milicia Adel al Mashhadani y su lugarteniente, muy poderosos en la zona.

Anteriormente, Al Mashhadani había criticado duramente al Gobierno del primer ministro Nuri al Maliki. El jefe de Gobierno declaró después que la detención del comandante era una advertencia a todo aquel que quiera "afectar el proceso político".

Un portavoz de las fuerzas de seguridad afirmó que en las casas de los milicianos en el barrio de Al Fadhl se hallaron armas de fuego y explosivos.

En 2006, los generales norteamericanos equiparon con armas y dinero a los líderes tribales y sus seguidores para usarlos como tropas de apoyo en la lucha contra los terroristas de Al Qaeda, cuando Iraq amenazaba con hundirse en una guerra civil entre chiíes y suníes. Al principio, Al Maliki y su Gobierno observaron esta estrategia con escepticismo. Sin embargo, cuando comenzó a descender rápidamente la violencia en los barrios donde se crearon las milicias, el Gobierno respaldó esta opción.

Sin embargo, quedó el miedo a que las leales fuerzas de apoyo de hoy se convirtieran en peligrosas milicias del mañana. Para evitar esto, el mando militar norteamericano y Al Maliki acordaron en 2008 que en el futuro los iraquíes paguen el salario a los milicianos, de los cuales una parte debe pasar a ingresar en la Policía y el Ejército.

Para el resto de los integrantes de las milicias, que arriesgaron su vida, se pretendía hallar puestos civiles.

Sin embargo, las oficinas gubernamentales, dominadas por funcionarios chiíes y kurdos no logran simpatizar con los milicianos suníes, llamados hijos de Iraq por los estadounidenses. Esto se debe a que entre los milicianos hay muchos ex rebeldes, antiguos seguidores del régimen del ex presidente Sadam Husein, miembros del partido Baas y oficiales del antiguo Ejército.

Los pocos académicos e intelectuales liberales que no abandonaron el país son escépticos frente a los milicianos. Para ellos, una prueba de lo retrógrados que son es justamente que en su mayoría las milicias fueron creadas por líderes tribales.

"Estos comités son un proyecto de Estados Unidos. Para Estados Unidos este proyecto ha tenido buenos resultados, pero no para Iraq", dice Ibrahim al Kubaisi, un médico de Bagdad.

Para él, los milicianos suníes son "una banda de asaltantes de caminos y gente armada que fueron equipados con grandes autos y guardaespaldas, y que ahora se entregan a sus fantasías de omnipotencia".

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