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El sueño de Mandela se desvanece

  • Una violencia inusitada golpea la mayor urbe económica de África, repleta de extranjeros traumatizados después de una semana de persecuciones xenófobas

Johannesburgo, la mayor metrópolis económica de África, se convierte en un enorme campamento de refugiados. Tras días de brutal violencia contra inmigrantes de otras partes del continente y de Asia, la ciudad está repleta de extranjeros traumatizados. Los desplazados de Zimbabue, Mozambique, Malawi, Somalia, Pakistán, la India y China suman 11.000 según las estimaciones oficiales, pero las no oficiales son mucho más altas.

Muchos de ellos apenas consiguieron salvar la vida, otros pudieron llevarse una maleta, una manta o una radio. Otros fueron separados de sus familiares y buscan con desesperación averiguar su paradero.

"Es simplemente triste", dice el obispo Paul Verryn. En su iglesia metodista acampan unas 1.300 personas en indecibles condiciones de higiene. Están aterrorizados, cansados y algunos incluso heridos. Sólo unos pocos se atreven a decir su nombre. Sus relatos contienen imágenes de la brutalidad inimaginable con la que fueron expulsados de sus hogares. Cuentan que grupos de hombres borrachos y gritando destrozaron las cabezas de inmigrantes con ladrillos, o los quemaron vivos. "Sólo queremos irnos", dice una zimbabuense que ya no ve con tanto horror la violencia que dejó atrás en su país.

En la comisaría de Jeppestown duermen unas 1.500 personas acorraladas en un patio trasero a la intemperie, bajo el frío del invierno surafricano. El agua potable y los baños son insuficientes, y no hay posibilidad de asearse. La Policía está colapsada, el Estado abandona a los refugiados librados a su suerte y a la generosidad privada. Miembros de organizaciones humanitarias intentan sacrificadamente aliviar el duro destino de esta gente.

El Estado, por el contrario, se mantiene impasible, alimentando las dudas sobre su capacidad de respuesta. Los hospitales no estuvieron en condiciones de atender a los heridos en la ola de violencia durante el fin de semana, señaló el diario The Star, lo que según el rotativo "plantea preguntas sobre su preparación en caso de una catástrofe".

Para la vieja guardia política que luchó contra el apartheid desde el exilio, el estallido de violencia xenófoba es especialmente vergonzoso. Con todas sus fuerzas intentan disipar la impresión de que la nación de Nelson Mandela sufre un problema tradicionalmente endilgado a Europa: el odio radical contra los extranjeros.

La Policía, que asegura contra toda evidencia tener la situación bajo control, se empeña en negar la existencia de violencia xenófoba. Sólo se trata de elementos criminales, según las fuerzas de seguridad, que abrazan las teorías conspirativas enarboladas por los políticos que ven oscuros poderes detrás de los incidentes.

Por el contrario, los refugiados, que por miedo dejan de ir a su trabajo y buscan refugio en casa de amigos, iglesias, comisarías y salas del ayuntamiento, se han convertido en un lastre.

El presidente de Suráfrica, Thabo Mbeki, intentó durante sus diez años de mandato posicionarse como promotor de la paz y panafricanista conciliador. Pero después de actuar, sin éxito, como dubitativo mediador en la crisis de Zimbabue, el brote de violencia xenófoba que azota Johannesburgo se suma ahora a la malograda foto con la que el heredero político de Nelson Mandela pretendía pasar a la historia.

El presidente de 65 años se encuentra cada vez más solo, e incluso desde su propio partido comienzan a oírse voces que reclaman su renuncia.

Mbeki se vio obligado a tomar la impopular decisión de enviar el Ejército a la calles por primera vez desde el fin del apartheid. La imagen de barricadas incendiadas y chozas en llamas evocó de inmediato los tiempos de la lucha contra la división racial.

Por otra parte, la violencia de surafricanos negros contra africanos negros de países vecinos representa un duro golpe para el sueño de un "renacimiento africano" con el que Mbeki intentó alguna vez que el continente ocupara algo más que titulares negativos.

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