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artes escénicas

Bach entendido como una luz blanca

  • Pablo Martín Caminero adapta al contrabajo dos 'Suites para violonchelo' del músico alemán en una obra que dirige el coreógrafo Antonio Ruz y en la que dialoga con el baile de Tamako Akiyama

Bach entendido como una luz blanca

Bach entendido como una luz blanca / juan carlos vázquez

Subyugado por la partitura, el contrabajista Pablo Martín Caminero (Vitoria-Gasteiz 1974) empezó a tantear cómo sonaría interpretada por él, con la técnica del pizzicato, la Suite Nº 1 para violonchelo de Bach. En un principio, se trataba de una aventura íntima que no pretendía compartir con un público, pero la expresividad que alcanzaba con sus dedos le hizo ver que no había vuelta atrás en el camino emprendido, y se decidió, una vez memorizada, a ejecutar esa pieza ante algunos amigos. Tras la aceptación con que se saldaban esos recitales, por el apego que sentía por aquel repertorio, en el intérprete surgió un nuevo anhelo: había que empezar con la segunda Suite. Y mientras cerraba los ojos y abordaba el legado del compositor alemán, fantaseaba con la idea de un diálogo en el que el baile sublimara la belleza de aquellas obras. Pese a la ilusión, no forzó nada para que se materializara ese proyecto. "Voy a esperar que se dé una coincidencia", se dijo. Y el azar, o dos personas distintas de su entorno, la fotógrafa Paula Anta y el violagambista Fahmi Alqhai, le facilitaron el mismo nombre: Antonio Ruz. Así se gestó Double Bach, un espectáculo en el que la bailarina Tamako Akiyama y Martín Caminero, dirigidos por Ruz, se enfrentan a las suites del maestro barroco y que se puede ver hoy y mañana en la sala B del Teatro Central.

Aunque no habían colaborado hasta la fecha, Ruz (Córdoba, 1976) y Martín Caminero, interesados en cruzar fronteras y proponer alianzas más allá de sus ámbitos de trabajo, parecían destinados a entenderse. El coreógrafo, formado en el Ballet de Víctor Ullate, la Ópera de Lyon o la Compañía Nacional de Danza y uno de los colaboradores de Sasha Waltz, había montado Libera Me! con el Vocalconsort Berlin o A l'Espagnole, con la Accademia del Piacere y Fahmi Alqhai. Caminero, por su parte, alterna en su carrera los registros del jazz, el flamenco y el repertorio del Barroco, y suele tocar junto a la bailaora Rocío Molina, el guitarrista Gerardo Núñez o el pianista Abe Rábade.

"Las 'suites' tienen partes de melancolía, pero esta pieza debía ser luminosa", dice RuzEn la producción, los responsables buscan la pureza de la cultura japonesa

Ruz, como era previsible, aceptó de inmediato el encargo. Apenas hizo falta que Martín Caminero le confiara unas impresiones: cuando tocaba a Bach, y cerraba los ojos, pensaba en un espacio en blanco. "Aquello me enamoró desde el primer momento", asegura el cordobés. "Me atrapó llevar algo de tanto peso como Bach a la técnica del pizzicato, a un universo original, pero también lo del lienzo en blanco, porque la ceguera se suele asociar a la oscuridad. Y estas suites tienen momentos de melancolía, pero esta pieza tenía que ser luminosa", sostiene el director.

Para llevar a cabo este diálogo, Ruz reclutó a la bailarina Tamako Akiyama, con la que había trabajado en A l'Espagnole. "Es alguien a quien admiramos", dice sobre esta intérprete que durante 14 años fue solista de la Compañía Nacional de Danza. Akiyama encarnaba ciertos valores que el coreógrafo quería para esta producción. "La pureza de Bach tiene que ver con la pureza de la cultura japonesa, con El elogio de la sombra, un libro [de Junichiro Tanizaki] que me ha inspirado tanto", argumenta Ruz. "Y Tamako tiene eso en su danza, que es sencilla, pero muy cuidada". Así es como, bromea Martín Caminero, "acabamos un vasco, un andaluz y una japonesa enfrentándonos a la música de un alemán". Una mezcla de orígenes que no obstante ha casado con fuerza. "Con el ego artístico es difícil ser generoso. Pero aquí cada uno aporta lo que puede aportar, y hay respeto, armonía", afirman los responsables del proyecto.

Estrenada en julio en el Festival de Teatro Clásico de Almagro, Double Bach ha ido despojándose en estos meses de cierta rigidez que marcaba en un principio el conjunto. "Lo que sucede es que Bach te asusta", reconoce Martín Caminero. "Le tienes un respeto tan grande que tiendes a fijar cosas para combatir esa inseguridad. Pero la inseguridad es veneno, y sin quererlo estaba construyendo algo estático", señala el contrabajista. En las primeras funciones, el músico se aferraba a su instrumento "como si fuera su bebé", recuerda Akiyama. "Y ahora, dejo que Tamako coja un instrumento de 1835 y se lo lleve. Las cosas han cambiado mucho", explica Martín Caminero sobre un proceso liberador en el que ayudó deshacerse de los cables "y pasarse al inalámbrico. Hoy estoy en un sitio, pero noto que me puedo mover más". De todos modos, aunque la ejecución de la coreografía corre a cargo de la espléndida Akiyama, a Ruz le conmueve la "fisicidad, la expresión muscular, la tensión" de Martín Caminero mientras interpreta.

Arriba, Antonio Ruz, Tamako Akiyama y Pablo Martín Caminero en las escaleras del Teatro Central. Abajo, Martín Caminero y Akiyama en una imagen de 'Double Bach', que se interpreta hoy y mañana en la sala B del Central.

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