Crítica de Música

Beethoven se busca

La selección de sonatas para piano ofrecida ayer por Daniel del Pino nos muestra a un Beethoven que busca su propio camino, que quiere romper por momentos los moldes de las estructuras clasicistas pero que aún no se atreve del todo a desatar los vínculos que le unían a Haydn y a Mozart. Así lo supo entender el intérprete a la perfección, pues supo adaptar a este marco referencial su manera de atacar los pentagramas beethovenianos. Así, en la sonata nº 7 se centró en el sentido de la continuidad del discurso musical, con un fluir continuo muy bien engarzado en el Presto inicial y, sobre todo, en un Largo e mesto, posiblemente el momento más rompedor del programa, en el que del Pino otorgó mediante su fraseo sentido de unidad a una pieza en la que Beethoven parece querer rebelarse contra la linealidad melódica heredada de sus maestros.

Hay que señalar como uno de los grandes aciertos de la interpretación de este pianista su manera de adaptar la articulación y el fraseo al momento expresivo y estético de aquel joven Beethoven. La pulsación fue en todo momento grácil y ligera, sin forzar el sonido; de una soberana claridad articulatoria gracias a las notas picadas y ligeramente ligadas, sin dejarse llevar por un legato excesivo y fuera de tiempo; con un muy dosificado rubato y con un moderado uso del pedal. Con ello, el sonido era liviano, transparente, lleno de gracia en las deliciosas sonatas 19 y 20; pero también con la carga emocional necesaria para el premonitorio Andante de la nº 19, con su melancólico y casi sombrío Sol menor.

Del Pino mostró su maestría técnica con los dos complejos estudios de Ligeti, especialmente con el nº 1, todo un desafío estructural que pone a prueba las capacidades físicas y mentales del intérprete. El mismo virtuosismo afloró en el estudio de Lara.

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