Crítica de Música

Brillantez sin drama

Desde Londres llegó el Cuarteto Carducci con un altísimo nivel por rigor técnico, homogeneidad del sonido, empaste, claridad y prestaciones individuales. Desde el mismísimo arranque de la obra de Beethoven, el Carducci mostró la sonoridad amplísima de su registro, del violonchelo terso pero vibrante de Emma Denton al violín centelleanete de su esposo Matthew, con unas voces medias que sonaron siempre nítidas y distinguidas, muy presentes.

Desde este punto de partida, el conjunto opta por interpretaciones en las que la brillantez domina por encima de cualquier otra consideración. Su Beethoven fue llevado a un ritmo tan vivaz que ese curiosos final de comedia en una obra llena de tempestuosos contrastes apenas destacó expresivamente. La ligereza de tono y la rapidez de tempi marcó también la interpretación de la obra maestra schubertiana, que apenas les duró 36 minutos.

La intensidad fue la norma. No faltaron matices de dinámicas (estupendos, por ejemplo, en la coda del Andante), pero los arcos apenas penetraron en la oscuridad de la música. Faltó sosiego. No quedó margen para destacar los momentos más dramáticos de la obra (3ª variación del Andante, Presto final, auténtica danza macabra) con una acentuación más incisiva (¿más? No podían?). Los pasajes en mayor (la 4ª variación del Andante, el Trío del Scherzo) tampoco alcanzaron a jugar su papel de reposo y luminosidad, pues toda la obra se vio envuelta en un fulgurante (fulgurantísimo en el caso del prestissimo final) ejercicio de deslumbramiento sonoro.

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