Crítica de Danza

Cantata para una sola voz acompañada

Cantata para una sola voz acompañada

Cantata para una sola voz acompañada

Lo primero que se percibe en el largo y complejo trabajo que la Needcompany presentó anoche en el Teatro Central es la fascinación de su director, Jan Lauwers, por el libro que lo inspirara: Guerra y trementina, del autor flamenco Stefan Hertmans (dentro de poco en español en la editorial Anagrama). En él, la historia de su abuelo, militar en la Primera Guera Mundial y pintor por vocación, plasmada por él mismo en unos cuadernos que legó al morir a su nieto, le permite realizar todo un repaso al siglo XX y a sus enormes transformaciones: el apogeo de la industrialización, el cambio de comportamientos morales y bélicos a partir de la Primera Guerra Mundial, con sus devastadoras consecuencias, y la comprensión del arte, especialmente la pintura.

Temas que Lauwers, gran artista plástico amén de coreógrafo y director de escena, ha plasmado en unas imágenes y un espacio sonoro realmente encomiables.

En su transposición escénica (lograda sólo a medias), el creador cambia la óptica de la novela, adopta la tercera persona y le entrega la vida de Joseph Emile Martien a una voz de auténtica excepción: la de la veterana actriz Viviane de Muynk, la inolvidable protagonista de La habitación de Isabella.

Todo un aluvión de palabras acompañadas en escena por la música excepcional de Willens (con sus tres instrumentistas-actores) y por unos actores-bailarines de primer orden que representan algunas acciones, casi siempre en la parte posterior del escenario. Delante está Viviane, sin fisuras en su importante cometido, y a un lado Benoît Gob (el propio Martien), que va realizando sus dibujos durante las dos horas y veinte que dura el trabajo. Entre unos y otros, un personaje ajeno a la novela: una enfermera que va y viene sin cesar, tratando de aliviar el dolor de sus contemporáneos.

Al igual que el libro, la pieza se presenta como un gran tríptico compuesto por tres temas: la juventud de Martian, la guerra y la vida (o lo que queda de ella) después de la misma, con la tragedia personal de un hombre enamorado que, tras perder a su amada a causa de la gripe española, se casa por deber con su hermana.

Una De Muynk impresionante narra con textos descritptivos y poéticos las dos primeras partes mientras que, en la tercera, se convierte (con una gran ironía) en la esposa muerta del pintor.

Detrás de ella vemos, con una gran fisicidad, el gigante con cara de virgen de la industria, las luchas encarnizadas y los ruidos ensordecedores de la guerra, los últimos estertores de la amada... Todo con una impresionante factura, sabiamente hilvanado por el artista plástico. Solo que en teatro si el cuerpo y la voz, como sucede aquí en muchas ocasiones, realizan el mismo discurso, el trabajo cae inevitablemente en el exceso.

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