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De cuando Chéjov se citó con Beckett

  • El Central programa 'Éramos tres hermanas', relectura de Sanchis Sinisterra de la penúltima obra del autor ruso Julieta Serrano, Mariana Cordero y Mamen García protagonizan el montaje

Tras el Tío Vania que montó para el Centro Dramático Nacional, el director Carles Alfaro vuelve al universo conmovedor y reconocible de Antón Chéjov con Éramos tres hermanas, producción del Teatro de la Abadía que visita hoy y mañana Sevilla, donde se representa en la sala A del Central. El espectáculo, que llega protagonizado por Julieta Serrano, Mamen García y Mariana Cordero, permite además a Alfaro abordar por primera vez un texto de uno de los mejores dramaturgos de la escena española, José Sanchis Sinisterra, que ha realizado una versión de Las tres hermanas que prescinde de la mayoría de los personajes y en la que el autor, que percibe en la letra del escritor ruso "los síntomas de una socialidad enfermiza", imagina a las protagonistas "como si hubieran caído en una obra de Samuel Beckett".

A Alfaro le sedujo la forma en que Sanchis Sinisterra había atrapado "la gran tragedia" de los personajes de Chéjov, que "viven del pasado y obsesionados con un futuro posible, pero son incapaces de vivir el presente". El autor jugaba con los verbos en una obra que parece transcurrir en un tiempo suspendido; al director le entusiasmó cómo ese "limbo" amplificaba "la frustración, la desesperación" que sufren Olga, Masha e Irina. Esa atmósfera estancada en la que se entremezclaban la realidad y el recuerdo disparó la imaginación de Alfaro: decidió que las tres actrices debían ser mayores que sus personajes. "Siempre me ha dado la impresión de que los actores que hacen Chéjov son demasiado jóvenes para la complejidad de lo que se plantea, tienen que ser conscientes de lo que pasa pero han vivido poco para entenderlo", explica sobre su idea.

El director rechaza que la serenidad y contención con la que Chéjov plasma las sacudidas interiores de sus personajes tenga que contarse con morosidad. "Odio esa letanía sobre la tristeza con la que se le ha interpretado, a menudo los actores se aburren y los espectadores también. Y en las obras los personajes están huyendo o se engañan, pero están haciendo cosas", sostiene Alfaro, que se enfrenta a un texto "endiablado" que incluye partes "dificiles de memorizar". El drama chejoviano, el penúltimo texto teatral que firmó el clásico, "no tiene un conflicto claro: los personajes tienen la voluntad de ir a Moscú, pero eso no es un conflicto como tal". La añoranza de la ciudad escupe a las tres hermanas el desarraigo que padecen, "están aisladas del mundo en el que han crecido, proceden de la alta burguesía y allí aprendieron cosas que no tienen sentido en un ámbito rural", resume el director, para quien la obra viene a decir que "todos tenemos problemas y los llevamos allá donde vamos. Si las tres hermanas estuvieran en Moscú tendrían otros desvelos que tampoco resolverían". Una insatisfacción que Chéjov describe con su habitual sutileza. "No hacía juicio moral, da la razón a todos. Camus y Pinter [autores a los que Alfaro ha llevado a escena con La caída y El portero] no habrían existido igual sin un precedente como él".

La dificultad de la propuesta hizo desconfiar inicialmente a Mariana Cordero. "En la primera lectura, me dije: Esto es imposible montarlo", admite la actriz, que pese a su veteranía nunca había interpretado a Chéjov y que destaca el "enriquecimiento personal y profesional" que le aporta este montaje. "Nunca he sido tan feliz sobre el escenario como lo soy ahora. Cada día descubres un pequeño matiz para el día siguiente", asegura sobre el filón inagotable que reserva la obra. En Éramos tres hermanas se dan varios factores afortunados: un personaje por el que siente un "profundo respeto y cariño", Masha, "una persona reprimida que quiere ser libre, pero la sociedad no le deja", y unas compañeras de viaje en las que ha encontrado una sintonía inusual. "Entre las tres hay una escucha maravillosa, una interrelación muy fuerte, algo que unas veces se consigue y otras no", expone. Mamen García incide en la química entre las intérpretes: "No soy esotérica, pero la vida está llena de símbolos. Las tres somos como vértices del mismo triángulo", apunta la valenciana, que tras Follies vuelve a cantar en esta producción. Tal es el relieve de los seres humanos creados por Chéjov (y Sanchis Sinisterra) que García reconoce que "cuando llego a casa no sé si soy Mamen o Irina. Carles ha acertado en la elección de las actrices: cada una tiene algo de sus personajes".

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