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Un trozo de la historia de la ciudad La sala de San Lorenzo cesa su actividad

Cierra un local emblemático

  • Los promotores de La Imperdible preparan la mudanza tras 17 años de representaciones · Descartan programar en una sala alquilada mientras se construye el nuevo teatro y se centrarán en la producción

Los inquilinos de La Imperdible ya han echado el cierre a las representaciones y preparan la mudanza con un pellizco de desazón en el estómago. Les aguarda un tiempo impreciso en el que terminará de materializarse un teatro junto al Guadalquivir en la calle Torneo, pero mirar atrás les dará fuerza para proseguir el paso: dejan tras ellos un espacio emblemático de la cultura en la historia reciente de la ciudad, aunque la tiranía del mercado quiera reducirlo únicamente a un inmueble puesto a la venta por su propietario. En sus 17 años de vida -empezó a funcionar en mayo de 1990-, La Imperdible enseñó a los amantes de las artes escénicas un tipo de propuesta que no tenía cabida por entonces en otros escenarios, y abrió sus puertas a una savia nueva con imaginación y talento como señas de identidad. Sus artífices emprendían una travesía en el desierto, pero la apuesta se fue granjeando un público fiel y ayudó a que se inauguraran otras salas alternativas en la capital.

Entre la nómina de actores y compañías que se subieron a las tablas de La Imperdible se encontraban algunos de los profesionales más destacados de la escena andaluza: por allí pasaron La Zaranda, Atalaya, Histrión, Teatro Estable, Los Ulen o Teatro Crónico. También formaciones más jóvenes presentaron sus credenciales por el recinto del barrio de San Lorenzo. Ése fue el caso de Digo Digo, Síndrome Clown, Bastarda Española o Niños Perdidos. Y promesas como Paco León y Álex O'Dogherty, ahora célebres, sedujeron antes al público en la intimidad de este enclave sevillano. Un capítulo aparte merece la investigación formal y la estética propia que siempre defendieron los miembros de Producciones Imperdibles en sus espectáculos, desde aquellos primeros capítulos en que todavía se llamaban La Pupa hasta las últimas dramaturgias de Don Juan y Zenobia.

De este cúmulo de experiencias, Gema López, directora artística de La Imperdible, recuerda con cariño las Acciones por hora, una convocatoria desarrollada a mediados de los 90 y abierta a diferentes artistas, idea que conectaba con el espíritu participativo que siempre ha caracterizado a este espacio. "Tenían todo este lugar para hacer lo que quisieran", rememora López sobre "el primer trabajo conjunto, grande" que hicieron. Roca elige otros dos momentos: la actuación del pianista Tete Montoliú y la visita de la compañía Animalario. El pianista barcelonés permitió que la gente se sentara cerca de él en aquella velada mágica. "Tenía el piano en el centro del escenario y a metro y medio le rodeaban círculos de gente", describe el director. La compañía de Alberto San Juan y Guillermo Toledo, por su parte, registró llenos diarios "de 350 personas" con su obra Alejandro y Ana: todo lo que España no pudo ver del banquete de boda de la hija del presidente. "Luego, además, se dio otro fenómeno: espectáculos que vinieron a La Imperdible y luego rondaron por otras salas. Álex O'Dogherty, por ejemplo, empezó aquí a trabajar con ¿Y tú de qué te ríes?", cita Roca.

Mientras el nuevo teatro va tomando forma, los promotores de La Imperdible descartan programar en una sala alquilada y se centrarán en la producción. Con Zenobia y Don Juan todavía en gira, preparan un proyecto de danza al aire libre. Porque, pese a cerrar un capítulo decisivo en su historia, Roca y López saben lo que tanta gente del teatro: que el espectáculo debe continuar.

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