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Cultura

El Código Fernández

Acosado por el fisco y abatido por las malas cifras de taquilla de Donkey Xote, su último proyecto de animación, el productor catalán Julio Fernández, acaso el que de forma más sistemática se ha empeñado de un tiempo a esta parte en producir en serie películas comerciales y competitivas en nuestro país, sigue colocando en las carteleras nuevos títulos de terror y fantasía contra viento y marea. De Fernández hemos saludado su tenacidad empresarial y su vocación exportadora en las horas más bajas de la industria del cine español, lo cual no es óbice para aclarar que buena parte de los títulos de su catálogo son bastante mediocres o directamente malos, aun dentro de las poco exigentes fronteras del cine de género y estando destinados a públicos fieles.

Si hace dos semanas reseñábamos aquí el desastre de la fantasmal Km. 31, le toca ahora el turno de recibir el palo a una nueva co-producción hispano-mexicana que pretende beneficiarse de la estela de las ficciones esotéricas al estilo Código Da Vinci para contar una improbable y bastante ridícula historia de justos hebreos perseguidos por una extraña secta religiosa a lo largo de la Historia.

Ambientada en un México impersonal y deslocalizado, protagonizada por un desconcertante elenco mixto de actores españoles (incluyendo a un desorientado Dechent nuevamente como policía, y van ya…), mexicanos e incluso argentinos (véase al pobre Luppi) al servicio de personajes de chiste y diálogos de cachondeo (y no estamos en una comedia), El último justo deja en evidencia una vez más las limitaciones y fracasos de tantas producciones de Filmax: el infantilismo y la puerilidad de unos guiones delirantes, puestos en escena con una impostada estética publicitaria e imitativa del cine hollywoodiense que acaba por amplificar aún más un indeseado efecto paródico ante las elevadas pretensiones de seriedad de la película.

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