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Cultura

'Coppélia' se convierte en androide

  • El Ballet de Víctor Ullate ofrece hoy la última de sus dos funciones en el Teatro de la Maestranza, una versión inspirada en 'Metrópolis' de la obra clásica del XIX

Tras su estreno la noche de ayer, el Ballet de Víctor Ullate, que cumple este año dos décadas de existencia, ofrece hoy en el Teatro de la Maestranza la última de las funciones de Coppélia, la adaptación de Eduardo Lao -responsable de la coreografía y director artístico de la compañía- de una obra estrenada en 1870, inspirada en un relato de E.T.A. Hoffman, con coreografía y música originales de Arthur Saint-Léon y Léo Delibes, respectivamente. Reverso cómico, o ligero, de Frankenstein, el montaje cuenta la historia de un intrigante inventor que crea una muñeca bailarina a escala humana, de la que se enamorará fatalmente un joven del pueblo.

"Confieso que al principio teníamos miedo de los puristas", dice Ullate, pues la intención, explica Lao, era "quitarle un poco el polvo" a esta Coppélia y "darle una pincelada de modernidad". Así que la obra que se verá en el Maestranza hoy con las entradas casi agotadas (ayer quedaban sesenta) tiene un "cierto perfume" a Metropolis, la película de Fritz Lang. La historia transcurre en este ballet en un ambiente "futurista" aunque "atemporal", en un laboratorio cibernético y de inteligencia artificial donde se fabrican androides que se confunden, salvo por la ausencia de un corazón, con los propios humanos.

Eduardo Lao, el primer alumno varón que tuvo Víctor Ullate, ha añadido algunos toques más de su cosecha. Por ejemplo, "un toque mágico y de fantasía", algunos atrevimientos -se diseñó en París exclusivamente para este espectáculo un tutú cuadrado- y personajes nuevos, entre ellos la Diva Espectral y tres chachas que ayudan al inventor, el Doctor Coppelius, puesto que Lao quería "darle un toque de humor andaluz".

Desde el punto de vista meramente coreográfico, la Coppélia según el Ballet de Víctor Ullate ofrece una síntesis entre los vocabularios clásico y contemporáneo. "Es una obra técnicamente muy complicada, pero yo creo -opina Lao- que la transición entre los pasajes neoclásico y actual ha quedado bien y sucede de manera orgánica. Los bailarines tienen, por un lado, la libertad de movimientos del ballet contemporáneo y, por otro, el virtuosismo necesario para ejecutar la técnica clásica; lo que pasa es que es un virtuosismo que en este espectáculo está oculto".

"Eduardo siempre ha estado a mi sombra", dice el jefe de la compañía en un intento de alabar a su discípulo, al que felicita por su trabajo. "Hasta ahora hemos disfrutado de un gran éxito de público y de crítica. Creo que funcionará bien porque el público de Sevilla es único e inconfundible y los propios sevillanos llevan la danza en su interior. Además, siempre se dice que en España no hay ballet clásico, y eso es mentira, lo hay, y muy bueno. Otra cosa es que no exista un ballet estatal clásico", agrega el bailarín, coreográfrico y director (Zaragoza, 1947), que recordó a su amigo y maestro Maurice Béjart, fallecido el mes pasado y rememoró sus momentos de fragilidad, cuando estuvo a punto de tirar la toalla y retirarse de su profesión después de sufrir dos infartos que le dejaron "muy cerca de la muerte".

Ullate cree que nadie en el ámbito público le ha agradecido su aportación al ballet clásico y Lao asiente: "España le debe mucho a Víctor". "No vamos a dar nombres", dice el primero, "pero los bailarines se van de España porque quieren, por su ambición, porque aquí tienen una casa. Muchos han estudiado conmigo, gratis, con becas de mi fundación", afirma.

Víctor Ullate quiere extender ahora su paternidad artística a bailarines de todos los países, en un proyecto para la integración de los inmigrantes que ha llamado Ballet Mestizo. "Mañana serán grandes profesionales. Ya los iréis viendo".

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