danza

Cuerpos en evolución

  • El Cullberg Ballet regresa desde hoy al Teatro Central con 'Protagonist', una coreografía de Jefta van Dinther a la que pone voz (en off) el sueco Elias

Una escena de 'Protagonist', que se representa viernes y sábado a las 21:00 en el Teatro de la Isla de la Cartuja.

Una escena de 'Protagonist', que se representa viernes y sábado a las 21:00 en el Teatro de la Isla de la Cartuja. / m.g.

Aunque cueste creerlo, ese género que se suele denominar danza contemporánea, y que engloba cada vez más lenguajes escénicos y artísticos, tiene ya un siglo de historia en el continente europeo.

Suecia fue sin duda uno de los países pioneros a la hora de acoger las novedades de la llamada danza moderna americana, sumándolas a las aportaciones traídas por los Ballets Rusos de Diaghilev. Así, en la década de los 20 del pasado siglo, nacieron Les Ballets Suédois (Los Ballets Suecos), patrocinados y dirigidos por el aristócrata Roif de Maré. En 1967, Birgit Cullberg (1908-1999) los refundó con el nombre de Cullberg Ballet, forjando un estilo de danza poderoso y abierto que ejercería una gran influencia en el norte de Europa. Un estilo personal y reconocible en el no faltaban el humor y un cierto expresionismo a la hora de afrontar las emociones humanas.

Van Dinther reflexiona sobre cómo la gente se congrega, recibe y asume diversos roles

La labor de Birgit Cullberg fue continuada por su hijo, el coreógrafo Mats Ek, quien creó para la compañía piezas tan aplaudidas como Bernarda (basada en la obra de Lorca), la versión contemporánea de clásicos como La Bella Durmiente (que visitó el Maestranza) o la celebérrima Carmen, en la que brilló durante años una de las grandes musas del Cullberg: la bailarina española Ana Laguna.

A lo largo de los años Ek (al igual que el Ballet) evolucionaría hacia una danza más abstracta, como demuestra Aluminium, una pieza creada en 2005 para la Compañía Nacional de Danza.

Tras 26 años como director artístico del Cullberg, en 1993 Ek dejó el cargo y, tras varias directoras (entre ellas Carolyn Carlson), en 2003 fue asumido por el sueco Johan Inger, quien llevó a cabo una nueva remodelación de la compañía y afrontó piezas de jóvenes coreógrafos europeos. En 2008, Inger dejó la compañía para trasladarse a Sevilla, donde aún reside, y el Cullbergbaletten -que hoy dirige Gabriel Smeets- es ahora una compañía bastante nómada, con intérpretes de una decena de países, y abierta a las nuevas corrientes centroeuropeas. En esta última etapa es donde se enmarca el trabajo de Jefta van Dinther, un intérprete y ya reputado coreógrafo que trabaja a caballo entre Estocolmo y Berlín y que, en 2013, firmó para el grupo sueco Plateatu Effect, premiada por la crítica sueca como mejor producción del año. Una extraña pieza, cuya protagonista era una enorme tela gris, que se pudo ver en el Teatro Central a finales de 2015.

Protagonist, estrenada en Ámsterdam en julio de 2016, y en España, la pasada semana en el Mercat de les Flors de Barcelona, es la segunda colaboración entre Van Dinther y el ballet sueco. Un trabajo nada fácil y que, como todos los suyos, implica una investigación en el movimiento que no se plantea desembocar en lo que tradicionalmente se conoce como danza.

Según su responsable, la obra gira en torno a los conceptos de evolución y de revolución, y podría considerarse como "una parábola sobre el cuidado, el parentesco y la alianza, así como sobre el aislamiento, el control y el distanciamiento", o lo que es lo mismo, una manera de reflexionar sobre cómo la gente se congrega, recibe y asume diferentes roles. Y todo ello como reflejo de una especie de teoría de la evolución de Darwin a la inversa en la que los hombres parecen haberse vuelto de nuevo monos que esperan en la oscuridad un nuevo momento que aún está por llegar.

Con una quincena de bailarines como motor de la escena, Van Dinther utiliza en Protagonist todo cuanto le sirve para manifestar su visión sobre las relaciones humanas y sobre la comunicación, poniendo un especial énfasis en el poder de los códigos no verbales, presentes en la raza humana prácticamente desde el comienzo.

Sus grandes cómplices han sido la iluminación y el sonido. Diseñada cuidadosamente por Minna Tilkkainen, la luz dibuja y borra los márgenes del mundo de sus protagonistas sobre un cuadrilátero que parece marcar la frontera entre lo conocido y lo desconocido, entre lo real y eso que solamente se puede intuir. Al mismo tiempo, la luz, deslizándose continuamente del conjunto al detalle, crea imágenes inquietantes que a veces nos remiten a grandes obras pictóricas de los últimos siglos.

En cuanto al sonido, el gran protagonista es el cantante sueco Elias (nacido en marzo de 2000), que presta su voz (en off) tanto para los textos escritos por Dinther como para cantar la canción que lo hizo famoso, Revolution. A pesar de su título, una melodía reflexiva y melancólica que nos invita a cambiar el mundo.

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