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Curioso incidente en Nueva Jersey

  • Siruela publica la novela de Amy Stewart 'Una chica con pistola', sobre el caso de las hermanas Kopp a principios del siglo XX.

una chica con pistola. Amy Stewart. Trad. Carlos Jiménez Arribas. Siruela Madrid, 2016. 332 páginas.21,80 euros.

Una chica con pistola, la novela de Amy Stewart sobre tres inusuales hermanas de comienzos del siglo XX, resultó ser una de las sorpresas dentro de la mesa de novedades de la reciente literatura estadounidense. Así lo confirmaron las buenas críticas que fue cosechando en distintas cabeceras y revistas especializadas, y así lo confirmaron también las ventas, que la auparon a los primeros puestos del pódium mercantil.

Pero el título de Amy Stewart es sorprendente sobre todo por su habilidad de ejercer de superventas rompiendo los códigos de los superventas: nos presenta una historia de intriga, es cierto, pero sin que apenas sean significativos los elementos que se supone han de abundar en un best-seller: sexo, romance, algún asesinato pivotal, cliffhangers.

Stewart cuenta que se topó por casualidad con el relato periodístico, literal, de Una chica con pistola: el caso desesperado de las hermanas Kopp, que aprendieron a manejar armas de fuego para defenderse de las amenazas mafiosas de un patrón de la poderosa industria de la seda, amenazado en su orgullo por las Kopp por un asunto realmente intrascendente. Conforme iba investigando, la autora se iba enamorando cada vez más de lo que encontraba, concluía e imaginaba en torno a Constance, Norma y Fleurette Kopp, que conformaban un caso realmente fueran del tiempo y, desde luego, de su tiempo.

En esa labor de investigación, la escritora sacó a la luz un sustancioso detalle que explica por qué las tres hermanas estaban tan unidas y vivían aisladas del mundo. Un mundo que, como suele a poco que llames a la puerta, se presenta como un agujero cruel y carnicero. En el caso de las Kopp, el mundo carnicero no esperó a que llamaran a la puerta. "¿Qué les puede esperar a estas tres mujeres que habitan en una granja destartalada?", se preguntaría, en su época, el sheriff Heath; se preguntaría la misma Amy Stewart, se pregunta el lector al asumir el escenario que presenta la novela. "¿Qué van a hacer en el viejo y retorcido mundo una solterona de aspecto caballuno, una tipa asocial que cría palomas y una jovencita con delirios fantásticos que representa obras de teatro en el salón de su casa?". El sheriff Heath cedió al instinto de protección como muy probablemente lo hizo, un siglo más tarde, su fabuladora, y como lo hacemos los lectores.

Una mujer con pistola es un ejemplo de que una historia no tiene que ser trepidante, ni cursi, ni pretendidamente intelectual, ni vehementemente anodina para ser una buena historia. Para merecer una buena narración. Y eso es lo que hace Amy Stewart a partir de la anécdota de la grandullona Constance Kopp esperando armada en una esquina y de la calesa de las hermanas arrollada por el automóvil del magnate local. La de las Kopp era una muestra de la lucha del débil contra el fuerte en una realidad en la que esa lucha tenía (tiene) tan pocas posibilidades de prosperar que ni se planteaba. Aparece, por ejemplo, el caso de las huelgas de los trabajadores de la seda en Estados Unidos en 1913, cuando unas 300 fábricas cerraron en protesta: un movimiento que fue saboteado con sangre y saña por los empresarios. Aparece, también, la crueldad de los niños robados, un detalle que resulta desolador no sólo por su misma naturaleza, sino por su terrible insignificancia en medio de tantos abusos.

Una mujer con pistola resulta ser, pues, un relato bien contado, sin prisas e interesante, con un abanico de protagonistas dibujados para despertar nuestra empatía -frente a la superabundancia actual de personajes complejos, antipáticos o directamente repulsivos-. Y Constance Kopp, es cierto, revela a un gran personaje detectivesco, demostrando que la realidad a veces le hace honores a la ficción.

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