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No tengo ni idea de si la polipoesía, como escribe mi propio periódico, es una tendencia sonora nacida a finales de los 80 que intenta englobar prácticas poéticas como la perfomance, el spoken word y la declamación poética unidas a la música nacida y con el firme propósito de remover conciencias. Puede que sí, que lo que realizan el trío que forman los miembros de Poliposeídas (nombre de la compañía y de su primer espectáculo) esté en esta línea, sin duda lo pretenden y en dos de sus números lo consiguen.

En el resto, la bisoñez de sus intérpretes (lamento el resfriado de Laura Gallego que hizo que su compañero César Rosado destacara más) se puso de manifiesto en gran parte del espectáculo. La polipoesía debería tener más garra en sus protagonistas. El micrófono ayuda pero es necesario más concentración y dominio de la voz, César se acerca. En cuanto a la expresión corporal se nota que aún queda un buen camino por recorrer.

Los temas, escritos por Antonio Romero tienen, también, un defecto: son tan generales, tan manidos (no por eso carentes de valor) que parece que estamos ante un catálogo de quejas que nos podemos comprar en el Mercadona.

La guerra con sus complicaciones/invasiones, el maltrato, la inmigración, la democracia, la monarquía y los tópicos andaluces, entre otros. Nada que objetar a ninguno de ellos por separado. Pero todos unidos no consiguen la sinergia deseada sino una acumulación que hace que se pisen unos a otros.

Sería recomendable abarcar menos e intentar mayor profundidad. Con eso perderíamos la extraña sensación de pasar de un número estupendo a otro que parece que está preparado para alumnos de párvulos. El público celebró la actuación de Poliposeídas y aplaudió con ganas. Bienvenidos sean si ellos disfrutan.

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