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Crítica de Teatro

Flotats en la encrucijada de la identidad

Grumberg debuta tarde entre nosotros con esta delicada (y también descafeinada) pieza a la que da lustre un elegante Flotats, a gusto con el humanismo emocionante del francés y muy cómodo en una escena que le tiene desplegando su sutil magisterio de voz y gesto frente al joven Puig.

Serlo o no, que atesora en su núcleo la voluntad de reflexionar con hondura mediante un esquema cómico que va estrechándose a modo de espiral, nace como encuentro surrealizante. Ahí, creo, está lo mejor, en los primeros tropiezos en el descansillo entre la pareja de vecinos, donde el fondo neutro y abstractizante recorta un diálogo entre dos instancias más allá de la verosimilitud: son atractivos esos diálogos que chocan y se tantean desde distintos juegos de lenguaje.

A medida que los sketches entre el alter ego de Grumberg, un escritor judío y ateo descendiente de exterminados en Auschwitz, y su vecino, un joven medio analfabeto al que el paulatino interés de su mujer por la cultura judía termina metamorfoseando en un converso integrado, casi todo el tono de extrañamiento se pierde. Es verdad que se ganan otras cosas, como la cavilación ecuménica sobre la identidad y sus dobleces, o la mirada a las posturas y reacciones de la memoria ante el peso de lo intolerable. Pero la inversión en didáctica, expulsa algo por la puerta.

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