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Cultura

Gerardo Delgado, los hitos de una búsqueda constante

  • El CAAC repasa algunos momentos destacados en la carrera del artista, referente de la abstracción en España y un creador inquieto con voluntad de tantear nuevos caminos

Tras dedicar citas a otros creadores imprescindibles vinculados a la comunidad autónoma como Equipo 57, Carmen Laffón o Luis Gordillo, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) se detiene ahora en la trayectoria de otro autor fundamental de la región, Gerardo Delgado (Olivares, Sevilla, 1942). Hasta el 3 de septiembre, una muestra recrea la notable contribución de este artista, referente de la abstracción en España, que "como decía en uno de sus escritos, vive pintando. Tiene una mente muy analítica, y si no está creando, está tomando apuntes, pensando en lo que hará", asegura Luisa López Moreno, comisaria de Gerardo Delgado. Aprender de todas las cosas. Un título que parte de un libro casi homónimo de Robert Venturi y que revela la personalidad inquieta de este pintor que, a sus 75 años, sigue volcando en la fuerza de sus obras la pasión con la que ha vivido su oficio en estas décadas. "Gerardo", sostiene la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, "ha investigado, ha enseñado, y en muchas cuestiones que estaban por venir ha demostrado su capacidad para anticiparse".

Delgado, que coincidiendo con la muestra que le dedica el espacio ha donado 26 nuevas piezas a los fondos (27 obras) que ya posee el CAAC de su legado, se reconoce en este recorrido trazado alrededor de su producción artística. "No se ha buscado exhibir todo lo que he hecho, era imposible porque no cabía; ni siquiera reflejar todos los momentos de mi carrera. Lo que sí se ha pretendido es coger una serie de conjuntos que me representen", afirma el artista.

Delgado ha donado 26 nuevas piezas al CAAC, que ya poseía 27 obras del autor sevillano

De su juventud, esos años en los que estudia Arquitectura y se hace con el premio de la hoy mítica galería La Pasarela, se rescatan en la primera sala algunas de sus creaciones más tempranas, donde Delgado defendía, al modo de Umberto Eco e influido también por la Bauhaus, una obra abierta que completara el espectador, al que permite manipular las piezas en una propuesta de marcado carácter lúdico. Con este mismo afán, el autor acudirá al Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid para ahondar en sus investigaciones sobre el color y la geometría. A esos comienzos pertenecen piezas como Juguete modular para Conchita (1968) o Estructura modular variable generada por ordenador (1970-1971).

La voluntad de tantear nuevos modos de expresión lleva al sevillano a pensar en la utilización de grandes formatos, pero no encuentra las condiciones para poder dar forma a obras de tales dimensiones. Es entonces cuando concibe una pintura expandida. "Se le ocurre utilizar materiales blandos y huye del bastidor. Decide usar telas industriales, de muy poco peso, casi transparentes, y con ellas establece unas secuencias que transforman el espacio. Es pintura, pero también podría entenderse como arquitectura o escultura", observa Luisa López, que ya organizó una muestra sobre el artista en el desaparecido Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, en 1993.

Tras la espectacularidad de las telas con las que Delgado explora el color, el espectador accede a uno de los proyectos más singulares y exhaustivos en el historial del artista, Análisis de estructuras superpuestas. Diseño de alicatado hispanomusulmán (1973-1986), una serie que hasta ahora sólo se había mostrado parcialmente y que confirma el absoluto rigor con el que Delgado se entrega a la investigación. Tomando como punto de partida dos modelos de alicatado del Alcázar de Sevilla, el creador esboza las posibilidades formales y espaciales que se generan combinando los diferentes elementos geométricos que forman parte de esas referencias iniciales. Un dato abruma al visitante: para esta labor, Delgado no utilizó ordenador y desarrolló todo este proceso de manera manual.

Una meticulosidad característica en un pintor que se sabe "incapaz de meterme en el estudio sin saber lo que voy a hacer, otra cosa es que luego me ponga con lo que había pensado", y que en su faceta de viajero empedernido o a través de sus trabajos como profesor o como diseñador y responsable de exposiciones de La Caixa dejó que su universo creativo fuera permeable a otras influencias. Toparse con la portentosa expresividad de Philip Guston en una muestra trastoca la perspectiva del andaluz y le dejará una profunda huella; cuando irrumpen la transvanguardia italiana o el neoexpresionismo alemán, la obra de Delgado también registra un cierto viraje. "Es un punto en el que él no sabe muy bien hacia dónde tirar, porque los 80 son muy brutales", señala la comisaria. "Entonces su pintura se vuelve más matérica, hay una adición de elementos encontrados", comenta sobre un período en el que el color se torna más sombrío y las atmósferas se cargan de dramatismo. En esta etapa arranca la serie El caminante, basada en las hermosas canciones del Winterreise (Viaje de invierno), de Franz Schubert.

Messiaen, Strauss, Morton Feldman, Satie, Bach... Las alusiones a compositores se suceden en los lienzos que pinta Delgado, un melómano reconocido. "Siempre trabajo con música clásica, sobre todo con música vocal, también con contemporánea. Supongo que es por la soledad de la creación, porque así me siento acompañado. Tanto el tiempo que dedico a pintar como el que me siento a observar la obra y a pensar qué puedo hacer, la música está ahí", expresa Delgado, que pese a inspirarse en motivos musicales o literarios no le interesa un planteamiento "culturalista. Mi obra está llena de citas porque tengo muchas otras aficiones aparte del arte, pero no quiero que el espectador vea mi trabajo y piense en mis referencias. Sólo apunto alguna pista en el título, pero prefiero que el observador haga sus propias asociaciones".

Entre los momentos destacados en la biografía artística de Delgado estaría también la imponente Ruta de San Mateo, compuesta por 14 lienzos e inspirada en La Pasión según San Mateo. Cogiendo la retícula rectangular que el autor extrae de un pasatiempo de un diario, una premisa desde la que propondrá derivaciones y laberintos, el pintor apuesta por un denso color negro que matiza en una suerte de partitura donde el cromatismo se aprecia como otra forma de ritmo.

En el conjunto con el que se cierra el itinerario, Serie Nocturno. Cristales rotos, Delgado incide en dos de las preocupaciones que ha albergado a lo largo de casi medio siglo: la forma geométrica y su relación con el espacio. En el intenso contraste entre los dos colores que predominan, en la energía con la que van imponiéndose en los cuadros nuevas formas, se advierte el disfrute de un autor que, a pesar de su veteranía y todos los hallazgos, no ha perdido ese empeño de seguir buscándose.

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