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Gioconda Belli reescribe la vida de Adán y Eva en su nueva novela

  • La autora presenta en Sevilla 'El infinito en la palma de la mano', último Premio Biblioteca Breve

En la mirada de Gioconda Belli, Caín y Abel tuvieron hermanas gemelas, y el fruto prohibido del Paraíso no fue en realidad una manzana, sino un higo. Éstas son algunas de las aportaciones que hace la escritora nicaragüense en El infinito en la palma de la mano, una reescritura del Génesis que ha merecido el Premio Biblioteca Breve en su última edición.

El hallazgo en una biblioteca de "unos libros apócrifos que se escribieron al mismo tiempo que la Biblia" impulsó la imaginación de la autora, cautivada por recrear a dos personajes, Adán y Eva, que "estaban en el mundo por primera vez". Belli, que tomó para el título de la obra un verso de William Blake, describe el portento de las primeras veces -"la primera sensación de tener sueño, de hacer el amor, de parir"- a través de sus dos protagonistas. "En mi novela, Adán y Eva no tienen ombligo, no tienen infancia, no tienen ninguna experiencia práctica, porque quien los creó tampoco la tenía", apunta la novelista.

Belli reconoce que modeló el Dios de la novela fijándose en la referencia de "los dioses griegos. De hecho, los griegos hicieron una civilización maravillosa porque sus dioses no eran autoritarios, no les decían lo que tenían que hacer". La autora de Mi íntima multitud sostiene que "es una arrogancia eso de pensar que hay un Dios que está pendiente de todo lo que hacemos".

La nicaragüense no teme que la Conferencia Episcopal o algún representante religioso se pronuncie sobre su nueva versión del mito fundacional de Adán y Eva. Se sacude de encima esa posibilidad con un escueto "hay libertad de expresión" y se declara agnóstica e intrigada por "ese misterio de dónde venimos".

José Manuel Caballero Bonald, integrante del jurado que decidió concederle el Premio Biblioteca Breve a El infinito en la palma de la mano, elogió la esmerada escritura del libro. Belli admite que tuvo ante sí "retos importantes" en el estilo. "No usé ninguna palabra que no fuese coherente con ese principio que retrato. Tuve que recurrir a imágenes y metáforas porque con el tiempo que describía no podía hablar con reflexiones filosóficas", observa.

El infinito en la palma de la mano está dedicado "a las víctimas anónimas de la guerra de Iraq. En algún lugar de esas tierras, entre el Tigris y el Éufrates, hubo una vez un Paraíso". Belli explica así este tributo: "Vivo en Estados Unidos y todos los días aparecen el nombre y el rango de los soldados que mueren en Iraq. Sin embargo, no se sabe nada de la población iraquí. Como nicaragüense, yo he vivido esa sensación de invisibilidad de las víctimas de los países pobres".

Sus convicciones políticas la devuelven a ese periodo sandinista que ya retrató en El país bajo mi piel. Belli asegura que "soy sandinista, pero no soy danielista. El sandinismo se separó desde que Daniel Ortega aisló a las voces críticas. Muchos de los que hicimos la revolución estamos ahora fuera. Ortega hizo concesiones impensables. Por ejemplo, ahora está prohibido el aborto cuando la salud de la madre corre riesgo, algo que antes se permitía".

Aunque Belli ha cultivado en varias ocasiones la narrativa, es su trayectoria poética, con premios como el Generación del 27 o el Ciudad de Melilla, la que más admiradores ha atraído. Preguntada por el entusiasmo que despiertan los versos en Nicaragua, la autora argumenta que "en un país pobre, la poesía oral es más accesible. Es cierto que allí hay una oralidad especial, una forma de decir la poesía muy teatral, muy sentida, que parece que capta más la atención", indica, antes de añadir que "si la poesía se pudiera exportar no habríamos tenido problemas de divisas".

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