Crítica de Música cine

Gracia de lo agradable

En alemán existe el término Liebhaber para denominar el tipo de música escrita para un gran público de aficionados (que es lo que significa el término), no excesivamente conocedores (Kenner) de los resortes de la composición; una música hecha para agradar el oído sin más, sin forzar al oyente a la búsqueda de significados más profundos. Durante el Clasicismo, con el desarrollo de la música doméstica fuera del tradicional entorno de la aristocracia, se dieron las condiciones para que muchos compositores alimentasen las necesidades de consumo musical de las veladas de los burgueses acomodados mediante un lenguaje sencillo, amable, rico en melodías sencillas y ligero de texturas.

A este tipo de repertorio (en el que también abundaron por necesidades pecuniarias genios como Mozart y Beethoven) estuvo dedicado el agradable concierto del miércoles en el Alcázar. Con tres espléndidos intérpretes dominadores de los recursos técnicos de sus respectivos instrumentos y con un notable empaste y perfecta conjunción (magníficos trenzados de las voces en el Allegro mozartiano y perfecto equilibrio en el primer tiempo del trío de Devienne, por ejemplo), estas músicas nacidas para el consumo inmediato adquirieron categoría de calidad. Orden se pudo lucir en la virtuosística escritura de la flauta de la pieza de Pleyel, con brillo y exhibición de fiato. Optaron aquí, como en el resto el programa, por tempos más bien movidos incluso en las partes lentas, acentuando con gracia los tiempos fuertes de los ritmos y articulando a base de diversos grados de staccato y de notas picadas. Ello no descartó recrearse en el legato en las frases más líricas, como la que abre el Adagio del KV439d de Mozart, fraseada con dulzura y delicadeza por Trigos; ni jugar con el tempo en el trío del Menuetto del op. 87 de Beethoven alargando con gracia las notas con coqueta galantería.

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