Crítica de Cine

Gran Hanks y asombrosa Streep en el mejor Spielberg

Meryl Streep ofrece una contenida y brillante interpretación en 'Los archivos del Pentágono'.

Meryl Streep ofrece una contenida y brillante interpretación en 'Los archivos del Pentágono'. / d. s.

Salvo la inclasificable Atrápame si puedes, que no deja de crecer con el paso del tiempo, la filmografía de Spielberg puede dividirse en películas fantásticas (Tiburón, En busca del Arca perdida, ET, Parque jurásico, La guerra de los mundos) a veces con mensaje (Encuentros en la tercera fase, Inteligencia artificial, Minority Report) y películas de denuncia basadas casi siempre en hechos reales (El color púrpura, La lista de Schindler, Amistad, Salvar al soldado Ryan, Múnich, Caballo de guerra, Lincoln, El puente de los espías). Los archivos del Pentágono se inscribe en este último grupo en su variante de canto a los valores constitucionales americanos y a los héroes que los construyeron (los presidentes Adams y Lincoln en Amistad y Lincoln) y los defienden (el capitán Miller de Salvar al soldado Ryan y el abogado Donovan de El puente de los espías).

No es casual que el mismo Hanks -el James Stewart del cine americano posclásico- que interpretó a Miller y a Donovan sea ahora Ben Bradlee, el director del Washington Post que en 1971 se enfrentó a la Casa Blanca -apoyando y hasta empujando a la propietaria del diario Katherine Graham (Meryl Streep)- publicando documentos clasificados sobre la guerra de Vietnam que comprometían a las administraciones de Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon. El caso, que acabó ante el Tribunal Constitucional y podía suponer el fin del veterano y hasta entonces poco influyente periódico, marcó un hito en la historia del periodismo americano.

El final de esta gran película la enlaza directamente con Todos los hombres del presidente de Pakula como una precuela: un guarda de seguridad descubre forzada la puerta de la sede del Partido Demócrata en un complejo de oficinas llamado Watergate. Extraordinario cierre del gran guión de la joven productora y guionista Liz Hannah (coproductora de Hitchcock/Truffaut) y Josh Singer, inteligentemente convocado por Spielberg tras haber sido el guionista de la serie política El ala Oeste de la Casa Blanca y del thriller periodístico Spotlight. Su mayor acierto es plantear, junto a la poderosa historia objetiva de la investigación periodística en pugna con las presiones gubernamentales, dos historias humanas cargadas de subjetividad que retratan con poderío dramático dos caracteres muy distintos. De una parte el director Bradlee, que ve cómo su periódico se hunde en la mediocridad rutinaria mientras el mucho más poderoso New York Times ha iniciado una campaña contra la administración Nixon divulgando documentos secretos sobre Vietnam. De otra la editora Katherine Graham, hija del magnate que compró The Washington Post en 1933 y periodista, pese a lo que su padre nombró editor a su marido al no considerar apropiado que una mujer lo fuera, asumiendo finalmente el cargo, no sin reticencias de los consejeros, tras el suicidio de su esposo. El director quiere arriesgarse a publicar los documentos. La editora duda, temiendo que ello suponga la muerte del diario justo cuando acaba de salir a bolsa. Ambos se arriesgan, además, a la cárcel.

Spielberg, en uno de sus más inteligentes trabajos como director, da un tratamiento muy distinto en cuanto a la dirección de actores y la puesta en escena (lo que incluye montaje y definición del plano) a estas tres líneas de la película, logrando a la vez que no haya fisuras entre ellas. Que domina el oficio no es una novedad y que alcanza en algunas obras las más altas cotas de creatividad, tampoco. Pero nunca su oficio y su genio han estado tan perfectamente soldados como en esta película. El thriller periodístico está rodado siguiendo los pasos de Pakula o Lumet. El retrato del personaje magníficamente interpretado por Hanks está en la línea de El puente de los espías. Pero la sorpresa es el tratamiento que da al personaje de Meryl Streep: intimista, hondo, dramático, lleno de finos matices (admirable cómo la filma en hitchcockianos planos cenitales). Solo en la construcción del personaje interpretado por Christopher Walken en Atrápame si puedes ha logrado Spielberg una tan convincente, conmovedora y compleja creación. Bajo su dirección una Streep muy contenida logra expresar a la vez la vulnerabilidad de una mujer que arrastra una dura historia personal, el dolor y la decepción de quien admiró y respetó (Kennedy) o fue amiga íntima (McNamara) de los políticos que ahora denuncia, la fuerza de quien se enfrenta a los prejuicios de los hombres que -como antes su padre y ahora sus consejeros y abogados- consideran que su papel es ser anfitriona de recepciones y cenas pero no presidir una empresa periodística, y el valor de quien ha de tomar decisiones que pueden suponer el fin del periódico, dando la razón a sus detractores. Bastaría la breve secuencia de su entrevista con McNamara para que le dieran todos los premios, incluido el Oscar para el que dicen será nominada. Spielberg ha filmado, con esta formidable apología de la libertad de prensa y la dignidad de la mujer, su obra maestra de compromiso y denuncia.

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