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Cultura

Hardcore cibernético y trance industrial

Encuentro entre el ciclo de contemporánea en el Teatro Central y la X Edición del festival zemos98 con un programa de música extrema y potente. Una velada no apta para oídos demasiado sensibles, pero la moda es la moda, y allí había que estar, para luego por ejemplo decir: "tocó un japonés". Y Yoshimitzu Ichiraku (Doravideo) lo hizo, sin contemplaciones ni miramientos, con una interpretación bestial y casi salvaje de la batería, cual locomotora humana, machacando sobre bases pregrabadas -por ejemplo, el Guillermo Tell de Rossini pasado por sus extremidades trituradoras- e imágenes aceleradas e impactantes de películas de todo tipo y factura: westerns, bélicas y, sobre todo, extraídas de mass media y caseras inéditas japonesas, incluyendo defenestraciones artísticas de estrellas gays de capa caída, o una reunión de empresarios pasados de rosca sobando a geishas contemporáneas. Magnífica sincronización y montaje cuidado y poderoso.

El trance industrial de los finlandeses Pan Sonic basculó sobre hipnóticos planos de frecuencias llevadas a extremos sonoros viscerales y abstractos, traduciéndose en un ruidismo plagado de efectos, así como usando el soporte rítmico aportado por percusiones asincopadas para dar más cuerpo a una estética original y electrónica. Barridos de ondas de todo tipo, alargadas y recortadas, modificadas y alteradas en un tono frío, sin demasiadas concesiones, pero con innumerables ángulos de tramas sónicas que enriquecieron por momentos el transcurso del concierto. De vez en cuando, lugar para el silencio, en pequeñas dosis, aunque notablemente eficaz. Y así hasta llegar a un final de agudísimas frecuencias, como cuando suena un encefalograma plano, ya sin vida.

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