Magia y expectación A las seis y media de la tarde se desveló el misterio

Harry Potter, pura reliquia

  • Espectáculos paraliterarios para promocionar el acontecimiento más esperado del año, la séptima y última entrega del mago de las librerías

Cuando Mario Escalona Acevedo, estudiante de Psicología, conoció a Gregorio Sánchez del Villar, estudiante de Empresariales, ya estaban los dos tocados por el hechizo de Harry Potter. Los dos tienen 19 años y su adicción empezó cuando tenía once. A Mario le ayudó "a soñar". A Gregorio, "a crecer". Cristina Córdoba, 22 años, amiga de los dos, como Faye Dunaway en Dos hombres y un destino, es una potteriana tardía pero incondicional. "Me enganché en el cuarto libro (El cáliz de fuego) y ya no lo puedo soltar. Es más, a veces me ha sacado de momentos chungos de mi vida".

Mario, Gregorio y Cristina se han comprado su ejemplar en el Fnac de la Avenida de la Constitución. Ellos, en representación de los lectores, ocupan la séptima dedicatoria que la autora hace en esta séptima y última entrega. La entrega del mayor acontecimiento editorial del año estuvo rodeada de reliquias, por ajustarse al título del libro: entrega de varitas mágicas a los lectores que acudieran disfrazados en el Carrefour de Camas; actuación de un mago en directo en Beta Imperial; concurso de escobas en la Casa del Libro, donde se impuso el niño Manuel Oliveros; y espectáculo de danza vertical a cargo de dos acróbatas voladores de la compañía de teatro Baruma en la fachada del Fnac.

En la última página del último libro un tren toma una curva. En la Avenida, policías locales advertían del paso del tranvía. "Cuidado con el Metro, señora", decía un vigilante, tal vez impregnado de la fantasía de la jornada. Había hasta un Harry Potter entrado en años y en perilla, más de Groucho que de la Rowling, en los aledaños de Harry el Sucio.

Todo parecía estar relacionado con el esperado estreno. Las carreras de los ecuatorianos con sus baratijas; la circulación por Tetuán de policías motorizados. Hasta las tres grúas de los perfopoetas, ejército negro y amarillo, parecía ser una secuela de la harrymanía. Poetas aupados en grúas de Lozano; acróbatas haciendo piruetas verticales en una pared de la Avenida: alta literatura, sí señor. Se mezclaban las generaciones. Libro de familia y de pareja. "¿Quién lo lee primero?", le decía un joven a su compañera con el tesoro entre las manos. Al alimón.

Harry Potter y las reliquias de la muerte no lo edita Editoriales Trashumantes, firma a la que representa David Moreno, uno de los tres poetas ajirafados en la grúa de la cabalgata literaria. El best seller lo edita Salamandra. Y en estas primeras horas del suceso literario hay una mujer semioculta por la letra pequeña cuya presencia cotidiana en cientos de miles de lectores es muy superior a Rosa Montero, Elvira Lindo y Ana María Matute juntas.

Se llama Gemma Rivera Ortega y es la traductora al español de esta traca final en la que las cabras del chiste disfrutan por igual con el libro que con los negativos de las películas que los han llevado a la gran pantalla.

El libro se convirtió ayer en un objeto cotidiano que abrían y cerraban, al que le tomaban el pulso. Un joven, entre sus amigos, bromeaba haciéndoles la prueba del último párrafo.

Está claro que el candidato que horas después, en el comienzo de la campaña electoral, contara con tantos votos como lectores tendrá esta nueva obra de la Rawling sería sin duda el presidente del Gobierno. Lectores y electores. "El segundo más vendido del día ha sido El fin del mundo, de Ken Follet", decía Raquel Díaz, de Fnac.

En la Avenida de la Constitución prepararon un espectáculo vistoso y muy digno. Con música de la banda sonora de la primera película de la saga (Harry Potter y la piedra filosofal), los acróbatas Alberto López y Elisabeth Rodríguez se ganaban los aplausos del público. Miembros de un grupo que a veces ha hecho osadas coreografías flamencas, la mayor parte de su interpretación de danza vertical tenía lugar entre los retratos de El Cabrero y Antonio Canales, con Pedro Almodóvar en tareas de imaginario cineasta.

Los estudiantes de Empresariales y de Psicología tendrán que hacerse un hueco en sus respectivos exámenes. Harry Potter los ha acompañado desde la Secundaria hasta la Universidad, desde la infancia a la juventud sin que la adolescencia les haya producido ninguna renuncia. Solamente Mario, el futuro psicólogo, admite que en lo tocante a la fantasía el Quijote está todavía por encima en sus preferencias.

Benito, el padre, se había quedado con los megapoetas (poetas con megáfono). Pura, la madre, entró en la Casa del Libro con su hijo. Niños en edad de párvulos ya se adentran en este misterio de letras. En la librería entra Manuel Gregorio González, biógrafo de Cunqueiro, maestro en magias y meigas. El padre del niño está leyendo a Vila-Matas y le da la razón: París no se acaba nunca. Sevilla tampoco. Por las obras. En el Fnac se apartaron 500 reservas. En La Casa del Libro las escaleras eran propias de unos grandes almacenes. Quizás ante la primera literatura de grandes almacenes. Harry de Harrod's.

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