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Cultura

Imperial Brahms de una ROSS en gira

Los programas de intercambio han llevado a la ROSS a una gira de cinco conciertos por el País Vasco y Navarra, un periplo que se inició el lunes en San Sebastián, con una actuación incluida en la temporada de abono A de la Orquesta de Euskadi, y se cierra el viernes próximo en la misma localidad (abono B de la formación vasca). Poco se prodiga la ROSS fuera de su ámbito sevillano, así que cada salida es una bocanada de aire fresco para un conjunto al que sienta francamente bien cualquier gesto o impulso motivador. Muy motivada se notó a la orquesta en su primera actuación en la magnífica sala del Kursaal, en la que repetía el programa de abono hecho la semana antes en el Maestranza, con la única diferencia del solista acompañante, en Sevilla el francés Thibaudet y en San Sebastián el uzbeko, con larga estancia formativa en nuestro país, Eldar Nebolsin.

La noche antes del concierto, Pedro Halffter confesaba su especial afinidad emotiva hacia el Idilio de Sigfrido de Wagner, obra que abría la actuación de la ROSS y en la que exhibió un sonido muy delicado en las gamas dinámicas entre el mezzopiano y el piano. Halffter planteó bien la estructura de la pieza, con unos clímax que fueron cada vez más intensos, pero la llevó a un tempo demasiado lento, lo que colocó a la obra demasiadas veces ante el abismo de lo melifluo. Interpretación muy tierna y de bonito sonido, pero con demasiada blandura, necesitada de un poco más de garra.

Nebolsin no tiene el glamour de Thibaudet, ni en su vestuario ni en su fama, pero es pianista franco, directo, de sonido limpísimo y elegante. Eludió por completo tanto el exceso de retórica como el de exhibicionismo para trazar un Liszt de ineludible virtuosismo, pero que parecía mirar más al mundo del Clasicismo que al del Romanticismo. Chocó tal vez un poco por eso que en su parte obligada, el cellista Dirk Vanhuyse enfatizara tanto su vibrato. Acompañamiento de extrema homogeneidad el servido por Halffter, con unos pasajes lentos que llegaron a ser ensoñadores. Magnífico Nebolsin en la propina, un hermosísimo intermezzo de Brahms.

Fue un digno preludio para lo mejor de la noche, pues Halffter y la ROSS nos tenían reservada una 1ª Sinfonía de Brahms imperial. El arranque fue ya intenso, fogoso, brillante y de una extraordinaria claridad. Halffter mantuvo la tensión de la obra, con su habitual habilidad para el empaste del conjunto, sin apenas desfallecimientos y controló las dinámicas de forma espléndida, sin ningún exceso en los pasajes en forte. Acaso sólo en el principio del Andante sostenuto pareció fallar la correspondencia entre el tempo y el contenido musical: demasiado lento para lo que se ofrecía, pero todo cobró un mayor vuelo lírico con la soberbia intervención en sus compases solistas de Eric Crambes, el concertino invitado, sin duda el más brillante de cuantos han pasado por la ROSS en los últimos dos años. En el final, la sonoridad se hizo más recia y compacta, sin perder definición, hasta una coda vitalista, vibrante, arrebatada, casi de impronta furtwängleriana. Gran éxito de público, al que la ROSS respondió con la Danza húngara nº1, en interpretación tan rubateada y esplendente como era previsible.

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