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Cultura

Julio Diamante y la larga lucha contra la noche

Casi siempre en el cine español se trata de víctimas y resistentes. Escuchando al hondo y afable Julio Diamante, advertimos que tanto menosprecio por parte de las censuras que han sido (la política; luego, también, la económica) no han minado el espíritu de un intelectual integral que engrandeció al cine español cuando le dejaron. Ahora se editan, en lo que se supone el inicio de una serie de colecciones dedicadas a cineastas andaluces por parte de la Junta, seis DVDs (tres cortos: Antes del desayuno, El proceso, La lágrima del diablo; cuatro largos: Los que no fuimos a la guerra, Tiempo de amor, El arte de vivir, La Carmen; y una extensa entrevista) que dan una idea de la filmografía del inquieto -pues el cine es la principal pasión de un hombre de teatro, música, radio y literatura- Diamante.

La herida de Julio es la de la modernidad cinematográfica española. Es decir, la que evitó la existencia de dicha revolución de estética y estructuras industriales. Taponados los maestros molestos (Buñuel, Berlanga y Fernán-Gómez entre otros), llegaban, en los sesenta, las nuevas generaciones formadas en el IIEC y la EOC, jóvenes rigurosamente vigilados que debían arribar a los festivales para lavarle la cara a un régimen en teórica apertura política. Luego, desmantelada la operación gubernamental, llegaría la cruda realidad en forma de otra hornada de cineastas huérfanos, entonces obligados a lidiar con los márgenes o abrirse al mundo del subgénero. Diamante fue uno de ellos, aunque, al menos, fuera consciente de todo el tejemaneje, pues, siempre apegado a la revolución de continentes y no sólo de contenidos, encontró oposición desde la inaugural práctica Antes del desayuno. De ahí en adelante, se trata de la historia de un talento a prueba de bombas censoras, estallidos de los que salieron indemnes grandes películas que podrían haberlo sido mucho más: el sainete melancólico Los que no fuimos a la guerra, o esas dos películas urbanas, Tiempo de amor y El arte de vivir, que no palidecerían ante las mejores obras de, por ejemplo, un Dino Risi o un Luigi Zampa, y que nos dejan entrever a un cineasta inusualmente comprometido con su tiempo.

Después de La Carmen, efecto de bajar el mito a la tierra, Diamante, a la manera de los modernos franceses que ya decían hacer cine al escribir sobre él, siguió junto a su amado cine al dirigir la gloriosa Semana Internacional de Cine de Autor de Benalmádena durante 18 años. Y hoy que los festivales son ineficaces plataformas para vender ciudades y/o jamones, es obligado honrar a este incansable profesional.

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