Cultura

'Lads and jockeys': El largo meritoriaje para llegar a ser 'jockey'

No hay demasiados documentales que se hayan adentrado en el mundo de las carreras de caballos, las apuestas, los jockeys, los equinos, los preparadores, y los dueños de los pura sangre. Tal vez haya que remontarse a 1985 para encontrar en Racetrack, aquel documental menor de Frederick Wiseman (no podía ser otro que el gran documentalista norteamericano), un antecedente lejano de este otro del debutante Benjamin Marquet, que tiene los mismos protagonistas, aunque un metraje mucho más ajustado, y unas intenciones, también hay que apuntarlo, infinitamente más modestas.

Lads and Jockeys está rodada en Chantilly, localidad situada a treinta kilómetros de Paris, y donde además del famoso hipódromo se encuentra una importante escuela equina, en la que jóvenes de distintas edades se preparan para ser jockeys, aunque al final muchos de ellos acaben únicamente cuidando los establos, y alimentando y cepillando a los animales.

La cinta de Marquet, que sigue los pasos de tres chicos de la escuela, parte de unos impecables preceptos teóricos (elude el comentario en off del director, intenta hacer dialogar sus imágenes con otro documental en blanco y negro de los sesenta, y ha sido montada tras más de un año de convivencia con los chavales) pero no puede evitar caer en otros tantos vicios (abuso de una música enfática, final grandilocuente con una secuencia dramáticamente magnificada) que vulgarizan su propuesta. Desinteresado por el lado comercial y turbio del negocio, sólo le quedan algunos tensos planos de sus aprendices intentando parar a un animal de 400 kilos desbocado.

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