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Crítica teatro

Leer a Ibsen, matar a Ibsen, recordar a Ibsen

Casa de muñecas. De Henrik Ibsen. Teatro de la Danza. Versión y dirección: Amelia Ochandiano. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Iluminación: Felipe Ramos. Vestuario: María Luisa Engel. Reparto: Roberto Álvarez (Torvald), Silvia Marsó (Nora), Pedro Miguel Martínez (Dr. Rank), Francesc Albiol (Krogstad), Ana Gracia (Cristina).Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Jueves 4 de noviembre. Aforo: Lleno.

No fue ningún acontecimiento especial el estreno nacional de la adaptación que Amelia Ochandiano ha hecho en Sevilla de la obra de Henrik Ibsen Casa de muñecas. Tan sólo tuvimos la suerte de que nos leyeran, y así recordarlo, el maravilloso y brutal texto que el noruego escribiera en 1879 -Ibsen en 1879 era mucho más moderno que lo que lo será nunca la cabeza que ha ideado este montaje-. Digo a propósito que nos "leyeran" porque en ningún momento sentí que los actores hubiesen sido dirigidos a la interpretación, y sin embargo, sí sentí con estupor y tristeza que deambulaban perdidos, incapaces de alcanzar el ritmo ni la sutil coreografía que requiere esta obra y necesitábamos las almas que esperábamos ver una cruel y hermosa obra de arte.

Y creo que, aunque nos engañemos como hace Nora con respecto a su matrimonio y a ella misma, anoche no vimos teatro; el teatro estaba muerto, en medio del escenario, enfriando los diálogos, las relaciones entre personajes, las palabras que no creían y no alcanzaban la elevabación de un texto tan, tan, tan emocionante -hablo de elevación emocional, claro, no de gritar sin sentido como se hace aquí-. Veo un problema de dirección incapaz de elegir música, ni decidir la colocación de los actores y la moderación de sus gestos y vocalización. Notarán que no me gustó nada, lo siento, pero creo que es un ejemplo de teatro mediocre que pasará sin pena ni gloria porque no dice nada.

La estrella que luce arriba esta columna es para Pedro Miguel Martínez, al que, de repente, ya fuera del teatro, recordé dándonos a un grupo de estudiantes una lección magistral sobre el verso en el teatro del Siglo de Oro. Era en Almería, hace años, y me emocionó en la calle reencontrarme con el teatro, una noche que lo creía muerto.

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