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helena pimenta. directora de la compañía nacional de teatro clásico

"Lope de Vega es muy rico: todos sus personajes tienen contradicciones"

  • La CNTC representa hasta el sábado en Sevilla 'El perro del hortelano'

  • La responsable del proyecto celebra haber podido "volcar la compasión por el ser humano" en sus últimos trabajos

Helena Pimenta, retratada en el interior del Teatro Lope de Vega, "una de las casas de la CNTC".

Helena Pimenta, retratada en el interior del Teatro Lope de Vega, "una de las casas de la CNTC". / juan carlos vázquez

Tras una sólida trayectoria con su propia agrupación, la prestigiosa Ur Teatro, Helena Pimenta (Salamanca, 1955), merecedora de distinciones como el Premio Nacional de Teatro o la Medalla al Mérito en las Bellas Artes, ha podido seguir mostrando su talento como directora de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, gracias a la visión, respetuosa pero no exenta de riesgo, que ha ofrecido de La vida es sueño, La verdad sospechosa o El alcalde de Zalamea. Desde hoy hasta el sábado (20:30, entradas entre los 4 y los 21 euros) se representa en el Lope de Vega la última producción de la compañía, El perro del hortelano, del autor que da nombre al teatro sevillano.

-Va a cumplir seis años al frente de la CNTC, pero este 2017 hace también tres décadas desde que fundó Ur Teatro. ¿Qué piensa cuando recuerda a esa profesora que dejó su puesto para apostar por las artes escénicas?

-He sido muy afortunada por madurar en este oficio, porque quizás era un poco loco aspirar a esta aventura. Yo estaba dispuesta a dejar la plaza, era muy consciente de lo que necesitaba. Y ahora hay días en que se me saltan las lágrimas, como cuando la Joven Compañía empieza los ensayos de Fuenteovejuna, o asistes a una función de la gira de este Perro del hortelano, el otro día en Murcia, hoy aquí. Voy a cumplir seis años en la CNTC y llegué con una enorme ilusión, con pasión y una idea clara de lo que quería hacer, pero, como pasa cuando te adentras en el verso, todo resulta mucho más complejo de lo que esperas. Cuanto más conoces el tema, más responsable te sientes, aunque también más capacitada para articular un discurso. Estoy deseando tener unos días para escribir mis reflexiones.

-¿Podría compartir algunas de esas ideas?

-Con el tiempo comprendes por qué Marsillach creó una institución como ésta. Me siento muy honrada de poder trabajar sobre una dramaturgia tan rica, compartir este legado con la ciudadanía. De este periodo destacaría no sólo la disciplina, la pelea, el no dejarte vencer; también la oportunidad de volcar la piedad por el ser humano. Este equipo me hace pensar en la vida como algo que fluye, que no hay que temer.

-Álvaro Tato, autor de la versión, asegura que el texto de Lope recuerda a los guiones de Billy Wilder o Ernst Lubitsch. Y en cierto modo el personaje de Diana tiene mucho de heroína de la screwball comedy, recuerda a esas mujeres independientes, lúcidas, del Hollywood clásico.

-Es cierto, es cierto. Me encanta esa comparación que hacía Álvaro, porque a mí me permitía una enorme libertad. Diana tiene una personalidad muy acusada, es capaz de defenderse en un mundo que sólo quiere de ella que sea coqueta y sumisa. Marta [Poveda, que interpreta a Diana] cogió un camino extraordinario, con el que muestra lo difícil que es que amemos, que nos entreguemos, que no nos protejamos. Pero lo emocionante de Lope es que los personajes no son comparsas, tienen grandes contradicciones y están fuera de lugar, se terminan riendo unos y otros del rol que les ha tocado.

-En el reparto conviven veteranos como Nuria Gallardo, Joaquín Notario o Fernando Conde con actores más jóvenes, lo que creará, imagino, energías muy interesantes.

-Es impresionante la valentía con la que Nuria hace un personaje secundario [el de Anarda] y sin embargo va a por todas. Y, claro, los demás se encuentran con eso y es imposible que no se entreguen igual. Nuria es una maestra, por su talento, pero también por su actitud... Y Joaquín, y Fernando, también lo son. Con esta convivencia se ha dado un fenómeno muy bonito: los nuevos vienen con una formación sistemática, proceden de escuelas con estudios reglados, y además son muy curiosos y se ponen al lado de los otros, humildemente, a escucharles. Pero es que los otros también les prestan atención y buscan aprender de ellos, y con esto se garantiza la continuidad, el futuro. Hoy estamos en un momento muy dulce, también con el público: ha subido muchísimo. Ves a espectadores, y algunos de ellos muy jóvenes, que aman cada vez más el teatro, que en él se sienten reflejados, concernidos.

-Son conquistas que se producen gracias a un trabajo intensísimo. Joaquín Notario contaba, por ejemplo, lo difícil que era compaginar en una obra como esta la acción de los personajes y la poesía de los parlamentos.

-En este proyecto nos estamos arriesgando todo el tiempo, eso lo hemos hecho desde el primer día. Yo en estos años no me he conformado nunca. Esa mezcla de dolor y de alegría cuando ves que no puedes controlar al caballo, y temes que se va, pero vuelve otra vez... Esa sensación es un disfrute.

-Usted ha reconocido en más de una ocasión el papel destacado que Pilar Miró jugó en la divulgación de El perro del hortelano.

-Sí, hizo un gran favor a la obra y al teatro clásico en general. Ella trabajó en otro texto que yo hice, La verdad sospechosa, con lo cual yo soy sospechosa de ser su fan [ríe]. En otros países han sabido mirarse mejor en sus clásicos, ahí está Shakespeare [en el que Pimenta es una especialista], nosotros no hemos tenido la misma habilidad. Se han hecho películas, sí, pero sin la dimensión de modernidad que supo darle Pilar Miró. Hizo accesible para el público un lenguaje que sabemos que era una convención, una forma literaria, no el modo en que dialogaban en la vida real en aquella época. Ella ayudó a descubrir el disfrute.

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