Cultura

Luces y sombras de la Bienal de Venecia

  • La cita propone en esta edición un llamamiento a la libertad del artista

  • La exposición central aleja en esta ocasión las cuestiones políticas, que sí interesan en los pabellones nacionales

Bajo el significativo lema Viva Arte Viva se celebra desde el pasado mes de mayo hasta el próximo 26 de noviembre la Bienal de Venecia, comisariada por Christine Macel, conservadora jefa del Pompidou. Una edición que es un llamamiento a la libertad del artista y, en palabras de Macel, ha sido diseñada "con los artistas y para los artistas", lo que podríamos traducir como una suerte de vuelta al humanismo con un toque hedonista que aleja las diatribas políticas del centro del discurso.

En la exposición principal de los pabellones de I Giardini y L'Arsenale, Macel despliega nueve temáticas que denomina transpabellones. Desde el primer momento y solamente con la elección y denominación -algo trasnochadas- de estas temáticas (los pabellones de artistas y libros, de goces y de miedos, en I Giardini; los de lo compartido, la tierra, los chamanes, en L'Arsenale) ya se nos anuncia una muestra repleta de lugares comunes, reforzada por la un tanto caótica disposición de los espacios, especialmente en I Giardini donde se amontonan sin demasiado acierto obras como la instalación sonora de Dawn Kasper, la fallida instalación de Olafur Eliasson, o las interesantes y sutiles pinturas de Hajra Waheed, entre otros muchos proyectos.

En L'Arsenale, con un recorrido más claro, se acometen de nuevo de modo irregular el montaje y las propuestas: junto a un gran número de elecciones sobrestetizadas y de gran formato, como las instalaciones de Sheila Hiks y Ernesto Neto, también encontramos buenos -aunque escasos- proyectos como los de Juan Downey, Yorgos Sapountzis, Michel Blazy y Franz Erhard Walther, o las sugerentes piezas sonoras de Kader Attia y Anri Sala.

Si en la exposición central observamos que los contenidos, al contrario que en ediciones anteriores, no están definidos por una orientación crítica hacia cuestiones políticas urgentes, en la mayoría de los pabellones nacionales sí se apunta en esa dirección. Desde hace algún tiempo, el abordaje de los problemas políticos, éticos y medioambientales se ha instalado en las prácticas artísticas tratando de hacer real el filo crítico del arte. Es normal que un evento como la Biennale, donde participan 81 países, sea uno de los mejores escenarios para mostrar un amplio repertorio de preocupaciones y manifestaciones con ese sesgo. Pero no faltan las limitaciones.

Hay propuestas nacionales interesantes como la inquietante y claustrofóbica performance de Anne Imhof para el pabellón alemán, la muestra colectiva plena de reflexión de Iraq, la obra de Carlos Amorales representando a México o la sugerente propuesta de Italia, Il Mondo Magico, sobre la obra del antropólogo Ernesto de Martino y en la que destacan la pieza de Androtta Calò y el vídeo de Adelita Husny-Beyi. Todo bien hasta ahí, pero cabe señalar que la crítica contenida en las diferentes propuestas se presenta de manera aislada (por la propia naturaleza de la Bienal), es decir, disociada del lugar desde donde se están enunciando y sin formar parte de un esfuerzo común. Constatamos así el poder de este tipo de eventos para aminorar o neutralizar la potencialidad crítica de las obras, y devolverlas como meros elementos de una corriente estilística.

Un proyecto que sí presta especial atención a las contradicciones del lugar -esto es, una Bienal- y a quién representa -España- es precisamente Join Us! ¡Únete!, a cargo del artista Jordi Colomer y del comisario Manuel Segade. Con el fin de construir un pabellón apátrida dentro de un pabellón nacional, inventan una instalación de instalaciones como display: un espacio central a modo de patio con una serie de maquetas de edificios nos sirve de punto de partida para recorrer las tres salas adyacentes. No hay un recorrido fijado -el espectador decide dónde empezar y cómo terminar- pero sí existen dos elementos comunes en los espacios: unos graderíos-esculturas y catorce vídeos esparcidos por las salas. Hacer la política vida vivible es lo que intenta esta propuesta, en la que se nos muestra una serie de acciones en el espacio público encabezadas por tres mujeres y en las que se entremezclan personajes, artefactos (carromatos, carteles, bicicletas) en situaciones dispares (coreografía de Bollywood, discursos desde coches o plazas). El elemento clave y que enlaza todo es el movimiento, las acciones proyectadas son recorridos por el extrarradio de tres ciudades (Atenas, Nashville y Barcelona) que, junto al display en la sala, invitan (Join Us! ¡Únete!) a un deambular consciente del espectador. Una interesante forma de indagar sobre el sentido social del espacio público y sobre cómo apropiarse de él colectivamente. La propuesta no es fácil en parte por su índole fragmentada y porque exige una lectura atenta de los textos que la acompañan.

Como contrapunto -nunca mejor dicho- temático y estilístico a la Bienal oficial, encontramos en Fondaco Marcello un evento colateral dedicado al pintor Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984). La muestra, titulada Contrapuntos, comisariada por Guillermo Paneque y Ditas R. Samson y organizada por el Museo Ayala de Filipinas, se centra en las series Saetas y Serie Negra, realizadas entre 1957 y 1962. En ellas, el artista despliega su depurada concepción de la abstracción: cromatismo intenso y sutil encuentro de la línea -plena de ritmos- y la mancha, en una atmósfera luminosa a la vez que transparente. A estas obras se suman esculturas de Pablo Serrano (1908-1985) que al decir de los comisarios complementan formalmente la obra de Zóbel y rememoran la vigesimoprimera edición de la Biennale, en la que ambos expusieron en el pabellón español. Con motivo de la exposición se ha editado una cuidada publicación a modo de libro de artista en la que se recogen noticias, textos e ilustraciones sobre el artista hispano-filipino. Contrapuntos supone una visita recomendable para quienes estén cansados (incluso exhaustos) del evento oficial y necesiten un sitio donde refugiarse.

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