Cultura

Madres en el teatro de la memoria

  • La compañía belga de danza/teatro Peeping Tom presenta en el Central 'Moeder/Madre', una obra tierna y oscura que forma parte de su nueva trilogía dedicada a los vínculos familiares

Gabriela Carrizo, directora de la obra que presenta Peeping Tom en el Central, la mañana de ayer en el teatro de la Cartuja.

Gabriela Carrizo, directora de la obra que presenta Peeping Tom en el Central, la mañana de ayer en el teatro de la Cartuja. / belén vargas

El ámbito protector y conflictivo de la familia, el vínculo y la pérdida, la memoria y la manera en que todos, siendo conscientes o no, tratamos de reconstruirla, el paso del tiempo, los miedos y los anhelos y sus efectos sobre los miembros de esos microcosmos domésticos y privados, todo esto ha estado siempre en el centro del trabajo de Peeping Tom, como pudo comprobarse hace algunos años cuando presentó, en una iniciativa excepcional, la trilogía compuesta por Le jardin, Le salon y Le sous sol en el Teatro Central. A esa trilogía le siguió otra, que comenzó con Vader/Padre y pudo verse también en Sevilla en 2014 y continúa ahora con Moeder/Madre, un proyecto que se completará en el futuro con Kinderen/Hijos, en el que la referencial compañía belga de danza/teatro, "como si se tratara de un zoom", apuntó ayer Gabriela Carrizo, regresa a ese universo afectivo para "acercarse a los detalles y observar y escuchar desde más cerca", para "poner el foco de manera mucho más precisa y más profunda en cada una de estas figuras".

Estreno en España en sus funciones en el Central hoy y mañana, Moeder/Madre ha sido dirigida por Carrizo con la ayuda en el apartado de la dramaturgia de Franck Chartier, junto con ella codirector y cofundador de Peeping Tom, en una inversión de los papeles que ambos asumieron en Vader/Padre. Y el punto de partida de la obra es, justamente, el final: el duelo por una madre ausente, al que seguirá, explicaba ayer la creadora, una suerte de "puzle" de ritos, momentos y emociones que apelan al "subconsciente" particular de cada espectador.

"Es una exploración de la memoria, un viaje por los ciclos de la vida, pero eso no lo hacemos contando una historia como tal, sino a través de asociaciones simbólicas, de un ensamblaje de imágenes que portan muchas posibles interpretaciones y que tienen que ver con la manera en que solemos observar las cuestiones relacionadas con la vida y la muerte", explicó Carrizo. Llevada a escena por nueve actores-bailarines que son en su mayoría los mismos que participaron en la anterior, la obra "tiene algo cinematográfico", explicó, y se apoya una vez más en los elementos definitorios de Peeping Tom, principalmente una concepción muy física y potente del movimiento corporal -vehículo del "desbordamiento de sentimientos" que Moeder/Madre quiere expresar-, y la importancia fundamental de la escenografía -"por ella empieza siempre el proceso de creación"-, que ejerce un papel central en la dramaturgia y realza el ambiente onírico, con frecuencia oscuro. "Y el texto, muy sencillo -añadió-, sirve para guiar levemente, ya sea acentuando alguna cuestión o sobre todo relajando con humor" los perfiles duros y turbadores de la obra.

El público, continuó Carrizo, verá a los intérpretes en distintos espacios imprecisos pero que recordarán, sucesivamente, a una funeraria, un estudio de grabación -de un último suspiro-, un paritorio o una especie de museo familiar... En esos lugares, como cubiertos por un velo misterioso, no aparecerá "una madre" perfectamente identificable, advirtió la creadora argentina. "La idea de utilizar esos espacios diferentes era precisamente una forma de asumir la multiplicidad de maneras de ser madre, es un tema demasiado vasto... No hay arquetipos de La Madre en la obra, y en ese sentido, por ejemplo, igual que se refleja el deseo de serlo, de concebir y traer al mundo una vida, también está el reverso, que es el miedo".

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