música de cine

Melodías de Hollywood

  • Los primerizos Mica Levi, Nicholas Britell, Dustin O'Halloran, Hauschka y Justin Hurwitz y el veterano Thomas Newman aspiran a conquistar esta noche el Oscar a la mejor banda sonora

La presencia de la compositora británica Mica Levi y su soberbia y disonante partitura orquestal para Jackie, de la que ya escribimos aquí hace unas semanas, nos recompensa al menos de una de las más flagrantes ausencias en la carrera por el Oscar a la mejor banda sonora original de este año: la del islandés Jóhann Jóhannsson y su no menos extraordinaria música para La llegada.

Como viene siendo costumbre, la controversia vuelve a acompañar a esta categoría y la música de la película de Dennis Villeneuve no cumple al parecer con el caprichoso reglamento de la Academia, que obliga a que la presencia de música o canciones preexistentes no reste protagonismo (no se precisa en qué medida) a la partitura original, algo que también ha afectado al score de Leslye Barber para Manchester frente al mar o a la música atmosférica de Kim Allen y Kathryn Kluge para Silencio, de Scorsese.

En el caso de La llegada, la utilización de una pieza (On the Nature of Daylight) de Max Richter en varias secuencias del filme ha servido para descalificar el espléndido tejido sonoro y musical confeccionado por Jóhannsson, nominado ya en 2014 y 2015 por La teoría del todo y Sicario, que integra un particular tratamiento de las voces y nuevas texturas instrumentales alejadas de las convenciones del sinfonismo tardorromántico y próximas a la composición contemporánea. Hollywood pierde así otra oportunidad para dar carta de naturaleza a modelos musicales alternativos.

En estas circunstancias, la carrera por este Oscar se nos antoja algo desequilibrada entre la propuesta de Mica Levi, de largo la más atractiva, potente y rigurosa, protagonista a un mismo nivel de las imágenes y el relato del filme de Pablo Larraín, y la de sus cuatro competidores en liza: los debutantes en la alfombra Nicholas Britell por Moonlight, Dustin O'Halloran y Hauschka por Lion, Justin Hurwitz por La La Land, y el veterano Thomas Newman, responsable de la música de Passengers.

Nicholas Britell ha irrumpido en las últimas temporadas como uno de los nuevos nombres a seguir gracias a su trabajo en 12 años de esclavitud, La gran apuesta o Los hombres libres de Jones. Su score para Moonlight acentúa e intensifica el carácter lírico-elegíaco de la mirada arty de Barry Jenkins sobre su historia (en tres tiempos) y sus personajes heridos, asumiendo un tono intimista y un formato de cámara (para dúo de violín y piano) en el que, junto a tratamientos sonoros con técnicas de eco y reverberación y las reminiscencias barrocas en algunos pasajes, se impone la sencillez de los motivos, un tempo lento y un tono melancólico.

Marcada por el sello de los hermanos Weinstein y los aromas interculturales del world cinema basado en historia real, Lion encuentra su correlato musical en los sonidos y texturas minimalistas y new age del estadounidense Dustin O'Halloran y el pianista alemán Hauschka, practicantes del modern classical, a saber, un melodismo intimista y agradable que integra instrumentos acústicos tratados, la electrónica low-fi y un paisajismo dramático con protagonismo del piano preparado y las cuerdas en búsqueda de una atmósfera que, como la película, termina apuntando a una cierta épica emocional.

Thomas Newman alcanza ya su decimocuarta nominación al Oscar, sorprendentemente sin recompensa hasta la fecha, con un trabajo no especialmente original en el que, no obstante, se reconoce a la legua su sello: microrritmos y timbres electrónicos, pianos ambientales, vientos-maderas solistas y cuerdas dramáticas se citan en una textura orgánica marca de la casa que sirve aquí ahora como traje humanista del periplo interestelar y existencial del mediocre filme de ciencia-ficción de Morten Tyldum. Su presencia en este quinteto final parece responder más a una inercia de cariño y respeto de los compañeros de profesión que a los méritos de su trabajo, no digamos ya al valor de la película.

Lo de Justin Hurwitz y su triple nominación (mejor banda sonora original y otras dos a mejor canción, por City of Stars y Audition) por La La Land se hacía prácticamente inevitable en un año en el que la cinta de su amigo Damien Chazelle y el hype que la acompaña ha revitalizado el interés y la nostalgia por el musical clásico de Hollywood y sus variaciones europeas. Y es que en su score resuenan con fuerza el gran Henry Mancini o, sobre todo, el Michel Legrand más jazzístico y romántico de Los paraguas de Cherburgo y Las señoritas de Rochefort, referencias más que evidentes (como tantas otras citas y homenajes explícitos del filme) de una partitura festiva, luminosa y romántica ante la que resulta muy difícil resistirse al tarareo gracias a su estructura fuertemente basada en los temas (hasta seis importantes) y variaciones para lucimiento (discreto pero encantador) de Ryan Gosling y Emma Stone.

La incuestionable profesionalidad y los brillantes arreglos instrumentales y vocales de escuela de Hurwitz bien pueden proporcionarle una estatuilla (o tres) confirmando cierta tendencia acumulativa y la obvia incongruencia que sería no otorgar el premio a la banda sonora a un filme musical que, a buen seguro, se hará también con el Oscar a la mejor película. Yo este año incluso me atrevería a apostar dinero.

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