flamenco

"Con Morente y su gente" hasta la muerte y más allá

  • Barcelona agradece el espíritu "inspirador" del cantaor con el estreno de un entusiasta 'Réquiem'

Una imagen del 'Réquiem a Enrique Morente. In Memoriam' que acogió la Sala Barts de Barcelona.

Una imagen del 'Réquiem a Enrique Morente. In Memoriam' que acogió la Sala Barts de Barcelona. / Maud Sophie Andrieux

De un lado del escenario, Kiki Morente, el que lleva su herencia en el apellido y luce su ADN en las medias sonrisas inacabadas. Del otro Arcángel, el hijo adoptivo que portaba destrozado el féretro de su maestro y que aún tiene el nudo por su pérdida atrapado en la garganta. Entre los dos, una mirada, un abrazo de hermanos, y una Alegoría que es en realidad una búsqueda de emociones, un juego donde juntos tratan de encontrar en cada melisma -primero por abandolaos y luego por tangos- la grandeza de Enrique, su esencia. El gran misterio del que, en realidad, parte todo el planteamiento del Réquiem a Enrique Morente. In Memoriam, el espectáculo con el que el Taller de Músics de Barcelona recordó este miércoles al cantaor de Granada, dentro del 49 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de la capital condal y coincidiendo con el séptimo aniversario de su fallecimiento.

Abajo, en el patio de butacas, Aurora Carbonell, la madre y viuda, susurra oles y hace fotos a los niños, consciente ya de que como dicen los versos de la Despedida de Lorca que ilustraron el Agnus Dei con que se cerró la propuesta, la mejor opción tras la muerte es dejar el balcón abierto. Junto a ella, la Sala Barts a rebosar de un público expectante que acudía desde todos los rincones de España con la única intención de compartir el vacío que ha dejado, en el flamenco y en la música, la ausencia de este artista que, como advirtió la cantaora Mayte Martín en su perfil de Twitter, "sigue siendo el futuro".

El espectáculo del Taller de Músics contó con la actuación de Kiki Morente y Arcángel

Mientras, el de Huelva seguía arriba cantando por soleá y seguiriya, con la guitarra de Chicuelo, afanándose en que "ésta no sea una noche para la tristeza sino para la alegría, como a él le hubiera gustado". Aunque por dentro todos sintieran el desgarro de saber que ya no habrá más Morente que el de sus discos.

Tras un breve descanso, el Réquiem ideado por Lluís Cabrera, fundador del Taller, y materializado por Joan Díaz en la composición, una cuidadosa selección de poemas de Manuel Forcano -que sustituyen los textos litúrgicos en latín- y la dirección musical de Joan Albert Amargós. Además de las prometedoras voces de Paula Domínguez y Pere Martínez, el coro Cor ArsinNova y los casi 50 músicos de una formación para la que Enrique es "inspiración y uno de los referentes primordiales", apuntó Cabrera, amigo también personal del cantaor y un incondicional defensor de su legado.

Según el musicólogo Oriol Pérez i Treviño, vinculado al proyecto, "una apuesta natural y nada forzada para el diálogo entre culturas musicales, concebida bajo la forma de una misa de difuntos hispánica", cuya pretensión es la de tocar "lo que, en esencia, es el propio flamenco: la materialización musical de una profundidad a través de la espiritualidad", explica en el programa.

Sin embargo, pese a lo interesante de la idea, la perfección en la ejecución, la belleza de la composición, lo vibrante de muchos pasajes sonoros, lo acertado de la estructura, las letras cercanas (con textos de Benedetti, Machado, Miguel Hernández, Guillén o Alberti, entre otros) y la interpretación de Pere Martínez, que fue sin duda la mayor sorpresa, la cita acabó siendo más un "acontecimiento único y exclusivo", como se presentó, que un trabajo que invocara el alma morentiana.

En este sentido, quizás echamos de menos la profundidad de Enrique, la emoción, la solemnidad que encontramos por ejemplo en su Misa Flamenca (1991) o su recogimiento, en favor de cierto efectismo, cierta languidez o un colorismo que asociamos más a otros cantaores. En cualquier caso, como concluyó Cabrera a modo de consigna: "Estamos con Morente y su gente hasta la muerte". Y, al fin y al cabo, ahí estaba la ciudad que mejor entendió las inquietudes renovadoras del cantaor granadino y más lo arropó en su ansia de libertad.

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