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"Murillo nos engañó a todos"

  • Benito Navarrete desmonta la imagen piadosa del pintor en la apertura de las jornadas que la Casa de los Poetas acoge con motivo del IV Centenario.

Fernando Martín, Benito Navarrete, Manuel Gregorio González y Amalia Cansino durante la primera sesión de este foro en Santa Clara.

Fernando Martín, Benito Navarrete, Manuel Gregorio González y Amalia Cansino durante la primera sesión de este foro en Santa Clara. / m.j.lopez

Bartolomé Esteban Murillo ha tenido una influencia "nula" en el arte contemporáneo español. Ningún artista, salvo los Costus, la pareja icónica de la Movida que convirtió a Bibi Andersen en la Inmaculada Colosal del pintor sevillano, al igual que transformó a Alaska en una Piedad en su serie El Valle de los Caídos, son la excepción a la regla, según cree el catedrático y experto en arte contemporáneo Fernando Martín Martín. Un hecho que contrasta con la huella profunda que, en cambio, El Greco, Velázquez y Goya dejaron en las vanguardias españolas y en el arte del siglo XX y principios del XXI. Su aplaudida intervención cerró la primera sesión de las jornadas Murillo: una relectura que organiza la Casa de los Poetas y las Letras y que, a juzgar por el aforo lleno en el convento de Santa Clara y la animación en el turno de preguntas, revela el abrumador interés que despierta el Año Murillo.

Coordinadas por el escritor y crítico Manuel Gregorio González, estas jornadas convocadas por el Ayuntamiento de Sevilla al calor del IV Centenario del nacimiento del pintor se abrieron con una ilustración de su técnica a cargo de la restauradora Amalia Cansino. Ella, que ha intervenido lienzos como Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos del Hospital de la Caridad, demostró la "excelencia que Murillo tiene siempre en la ejecución de la obra, desde la preparación del bastidor a la aplicación de la última capa pictórica".

A diferencia del Greco y Velázquez, su influencia en el arte español contemporáneo es nula"

Lino crudo, tafetán, bastidores de pino o de madera de roble de Flandes, bermellones de Almadén, carmín de la India, aceite de linaza como aglutinante... son algunos de los elementos que Murillo empleaba en su taller, la materia prima de un creador de aparente sencillez formal que, sin embargo, trabajaba el dibujo previo y empleaba una técnica muy depurada. "Murillo pintaba por capas y esos esbozos le permitían avanzar de atrás hacia delante: partía de fondos sin apenas materia pictórica hasta llegar a los blancos y rojos finales con mucha pasta", subrayó Amalia Cansino.

Ese Murillo de factura magistral contrastó poderosamente con la lectura casi iconoclasta que ofreció el profesor Benito Navarrete, que avanzó en exclusiva algunas de las tesis que defenderá en la monografía que prepara para la editorial Cátedra, y que verá la luz a finales de año. Navarrete, comisario junto al recordado Alfonso Pérez Sánchez de la muestra El Joven Murillo y ex director de Patrimonio del Ayuntamiento de Sevilla, prepara ahora para el IV Centenario la exposición Murillo y su estela que, desde el próximo mes de diciembre hasta abril de 2018, pondrá de relieve en Santa Clara la influencia del pintor en las generaciones posteriores y hasta el XIX.

Desde hace más de dos años, Navarrete reflexiona sobre la percepción pública de la obra de Murillo, cuya imagen desde el siglo XVII hasta hoy ha mutado radicalmente. "Murillo fue el responsable de su fama y un experto en el control no sólo de su imagen como artista sino también de la falsificación de esa imagen", defendió el historiador, que recordó que desde Torre Farfán se le ha ensalzado como católico ferviente, buen padre, hombre piadoso... y el propio Palomino, frente al malditismo de Ribera y Caravaggio, llegó a vincular la bondad del pintor con su categoría artística.

"Murillo nos ha engañado a todos porque no es el artista de los pobres ni el pintor religioso que transmite una serie de valores", prosiguió Navarrete, que recordó cómo en la dictadura franquista Murillo representó la catolicidad del pueblo español y su Inmaculada robada de Sevilla por el mariscal napoleónico Soult fue la "reliquia" que había que rescatar a toda costa "porque, frente a la pintura racional de Velázquez, se defendía que a Murillo no se le entiende, se le siente".

En esa lectura sociológica se insertaría la instrumentalización de la imagen de Murillo en las latas de membrillo y en las estampas de Primera Comunión, algo muy llamativo en un artista que, cuando Miguel de Mañara le encargó el ciclo del Hospital de la Caridad, se embolsó una suma poco piadosa. "Lo cobró muy bien", afirmó Navarrete, que también desmontó el mito de Murillo como persona modesta. "Basta ver su Autorretrato de la National Gallery. Él era muy consciente de la capacidad de la pintura para engañar y en ese cuadro se vale del ilusionismo y de su conocimiento de las arquitecturas efímeras para presentarse como un verdadero pintor intelectual", ahondó el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, que tuvo tiempo de aclarar, en el turno de preguntas, que "aunque nos mueva el sentimiento, es administrativamente imposible que la Inmaculada de los Venerables regrese del Prado, donde Franco la depositó, a Sevilla. Como mucho, nos podemos conformar con un préstamo o depósito", concedió.

Las jornadas continuán mañana jueves a las 19:30 con las ponencias de Curro González (Murillo y los límites de la representación), Antonio Lucas (Las naturalezas muertas) y Luis Antonio de Villena (Caravaggio en Sevilla) moderadas por Carmen Aranguren.

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