De la misma forma que Astérix en los JJOO asume un impersonal modelo genérico de importación, la banda sonora de Fréderic Talgorn (Anthony Zimmer) calca los modos sinfónicos espectaculares de John Williams y su escuela de imitadores. Entre lo excesivo y lo paródico, este musculado score nos demuestra el buen oído y las dotes para la orquestación de su compositor, pero poco más.
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