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Cultura

Navarrete & Marín: vivir a impulsos

  • 'Dominando a Pinball', estreno absoluto en el Teatro Central, se sumerge en los anhelos y renuncias más profundos y cotidianos.

Teresa Navarrete y Miguel Marín, en el Teatro Central. Belén Vargas

Teresa Navarrete y Miguel Marín, en el Teatro Central. Belén Vargas / Belén Vargas

Los impulsos, recuerda Teresa Navarrete, pueden dar la cara con una fuerza atronadora. Los desatados y, tal vez más aún, los reprimidos. Esto lo sabe bien cualquiera, y lo sabe igualmente esta coreógrafa y bailarina jiennense afincada en Sevilla, que en los últimos años, "por circunstancias familiares", se ha visto obligada a "domarlos". "Mi vida ha ido cambiando, ya no es como hace 11 años, cuando vivía sola y no era madre ni tenía una familia. De un tiempo a esta parte he tenido que frenar mi necesidad de encerrarme a ensayar, de actuar, de escribir, pensar y bailar a solas o junto a otros. Y eso me ha costado muchos enfados. Ahora sé que quiero seguir moviéndome, quiero seguir bailando sobre un escenario, por difícil que sea. Es un impulso que me ha acompañado toda mi vida", explica Navarrete, que ha sacado de esa lucha cotidiana y profunda el motivo y la forma de Domando a Pinball, la obra que estrenará este fin de semana en el Teatro Central, creada junto al músico sevillano Miguel Marín y con María Cabeza de Vaca, habitual colaboradora, como asistente de dirección.

Navarrete y Marín -que con su nombre o bajo su alias Árbol ha compuesto abundante música para cine, teatro, exposiciones, performances y especialmente danza contemporánea- vienen realizando trabajos en colaboración desde hace una década, el último de ellos, visto en el Central el año pasado, Welcome to the Montgomery Experience!. "Me apetecía volver a estar sola con él en el escenario, recuperar la esencia, el placer", explica la también profesora del Conservatorio de Danza de Sevilla, una ocupación profesional de esas "de lunes a viernes", como dice ella, que fue obviamente elegida por ella, pero que ha impedido muchas veces una dedicación más plena y libre a sus proyectos artísticos más personales. Por eso Domando a Pinball extrae su núcleo emocional de esos conflictos que brotan en torno a los impulsos, "cómo templarlos o darles rienda suelta, cómo aprender a vivir con ellos y a disfrutar los".

Y de ahí, también, el juego conceptual con las famosas máquinas de pinball, donde "la bola va de un sitio a otro con un impulso enorme, y a veces es retenida por un obstáculo que se encuentra, y ese obstáculo la dirige hacia un lugar u otro, la hace reaccionar de distintas maneras". Pinball, el del título, es así "el domador de impulsos", y esa imagen vale tanto para la lectura metafórica o existencial de la obra, como para el lenguaje y los leitmotivs coreográficos de la misma, que tiene "una parte muy física y luego, poco a poco, se va volviendo más compleja, más intimista", apunta Marín, que se ha dejado llevar también por el tema de la obra, de unos 50 minutos de duración. "Trabajo mucho por encargo y quería aprovechar para desfogar. Hay en la obra un solo de batería de 10 minutos, me interesó comenzar así, porque me apetecía, ni más ni menos", dice Marín, que interpretará la música en directo, él solo tocando percusión, guitarras, timple y pedales de efectos varios, y en contadas ocasiones durante el espectáculo interactuará con Navarrete.

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