Cultura

Palabras sobre los cuerpos

Algunos de los espacios del Centro de las Artes de Sevilla, que ahora gestiona y programa Isabel Blanco, ofrecen grandes posibilidades para la danza. Así lo ha entendido Manuela Nogales, que vuelve, en el marco del fest, con una nueva vuelta de tuerca de su espectáculo La mirada líquida.

En el corazón del trabajo que esta coreógrafa y bailarina vasca asentada en Sevilla lleva años desarrollando se encuentra el propio cuerpo. Una carcasa de materia orgánica que ella analiza desde todos los puntos de vista. Desde fuera, como un objeto diseccionable y observable en el microscopio; desde el interior: el cuerpo como límite, como vehículo de expresión y, si quisiera, de relación, como enigma que siempre sorprende...

Y todo ello lo ha organizado en dos partes. En la primera, las cuatro bailarinas, estupendas, aprovechan el espacio inferior, dividido por tres columnas esbeltísimas, para definir sus invisibles fronteras o sus espacios -y sus tiempos- compartidos; un mundo envuelto en una extraña atmósfera creada también por las luces que llegan solamente del suelo. A veces, imágenes sobre el fondo y, siempre, una música que dialoga con el cuidado y hermoso discurso dancístico.

Luego nos trasladan a la sala habitual -que sigue pidiendo a gritos una buena grada que permita la máxima visibilidad- y la mirada de Nogales se concentra más y más en la literalidad de los cuerpos, en sus posibilidades. Los solos se suceden en un intento de definir lo individual, lo que cada persona es a cada cuerpo (o viceversa). Tan profundo es su planteamiento que ese cuerpo, mostrado en toda su desnudez, sujeto y objeto de todos sus trabajos, le resulta a veces insuficiente y las bailarinas, también actrices, recurren a la palabra hablada, a un monólogo que aclara o enriquece pero que también puede convertirse en estrategia perdedora, que también puede banalizar -si la técnica de la voz no se corresponde al refinamiento de la técnica corporal- o mostrar su gran vulnerabilidad.

Sobre cada una de las sillas del público había una mascarilla y, al final, las bailarinas se marchan y nos dejan con las imágenes de un laboratorio lleno de hombres con bata blanca. No cabe duda de que la investigación sigue abierta y, en ella, muchos descubrimientos están aún por llegar.

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