arte

Pereñíguez en la primera madurez

  • La galería Rafael Ortiz cierra el año con un excelente muestrario de obras de José Miguel Pereñíguez

  • El creador sevillano ofrecerá esta noche una visita guiada por la exposición

La madurez y sus secuelas físicas, mentales y materiales están muy presentes en la selección de obras que José Miguel Pereñíguez (Sevilla, 1977) reúne, bajo el título de Acmé, hasta el próximo 15 de enero en la galería Rafael Ortiz, donde hoy ofrecerá una visita guiada a partir de las 20:00. La muestra toma su título de un término griego que en origen significaba "punta, filo", y que se usa para indicar el momento culminante de la fama de alguien o, en la medicina, el período de mayor intensidad de una enfermedad. "Ese título, que abraza muy variados sentidos, me ha servido como una referencia para guiar mis pasos porque, por un lado, el acmé tiene que ver con estados de ánimo y por otro lado, como ocurre con tantos conceptos griegos, termina siendo algo abstracto y permite referirse al contexto. Me familiaricé con el término leyendo biografías de personajes de la antigüedad clásica que hacían referencia al acmé de los protagonistas, ese momento de la primera madurez, en torno a los 40 años, de alguien de quien no se sabe con precisión la fecha de nacimimiento".

Pereñíguez tiene 39 y parece haber asumido, sin demasiados problemas, no sólo la cuarentena que se le avecina sino también el interés que despierta su proyecto artístico, a juzgar por las ventas expresadas en puntos rojos que lucen las obras expuestas en la sala de la calle Mármoles. En Acmé reúne trabajos de naturaleza dispar que tienen en común un planteamiento muy riguroso y la omnipresencia de la geometría, "por aquello de las puntas y los bordes", junto a piezas que son trasuntos de obras de la antigüedad y del período arcaico "aunque están muy trabajadas para que esas referencias sean casi indescifrables, pero están ahí", apunta, y a ello se suman unos dibujos bastante literales sobre motivos de la Grecia clásica que se exponen en la planta superior.

Sin ser una muestra biográfica, pues la obra de Pereñíguez es siempre muy objetiva, Acmé alude con humor a ciertas circunstancias vitales, como la pérdida de la calidad de la visión asociada a la edad, presente en diversas piezas en madera como el visor Vidriera. Quizá el aspecto más llamativo para los seguidores del sevillano sea la presencia alegre y vibrante del color, con el que aquí parece haber una toma de contacto que se acrecentará en sucesivos proyectos. "El color me interesa como construcción cultural, no tanto como funciona sensitivamente en una obra. Yo trabajo sobre todo a partir del lenguaje y me gustaría indagar más adelante en las teorías del color, no en las más científicas, sino en las corrientes místicas que, como la cábala judía o la gnosis chiíta, han tenido una idea curiosa del mismo donde la descripción fenoménica no coincide con la real. Cuando dos colores se combinan en sus relatos el resultado nunca es el real pero te permite entender el valor sagrado o regio que tenía en esas culturas donde la experiencia del color saturado estaba limitada a aspectos muy concretos de la vida o a cierta gente".

De ahí que la pieza principal de esta muestra, presentada como un juego tallado en madera, sea una alusión al libro sobre las auras del teósofo inglés Charles Leadbeater, quien creó una carta de colores donde estos se relacionaban con su referente anímico: los tonos rojos aludían a las emociones fuertes como los celos, los azules a posiciones más espirituales... "A partir de ahí ironizo creando una carta de color que toma aproximadamente las mismas referencias y disposición de la original pero con la que construyo un pasatiempo en cuya base descompongo los colores primarios que el espectador puede recomponer accionando los rodillos. Un juego que permite crear una sucesión arbitraria de colores y estados de ánimo", avisa.

Otras piezas afines muestran grafías diversas y guardan relación con un proyecto en torno al autor sevillano del Renacimiento Juan de Mal Lara y su libro La filosofía vulgar, donde se reflexionaba sobre la influencia del dinero en las cualidades de las personas. "Los peripatéticos creían que la fortuna completaba a la figura y estos juegos geométricos y formales se refieren a cómo pensaba esa escuela. Obras como Los estoicos, los peripatéticos, la ruin gente, los sanctos citan el texto original pero de un modo muy codificado". El colofón de esta línea de trabajo es El hombre entero, una figura de madera, goma eva y purpurina diseñada para ser movida como un títere y elegida por Rafael Ortiz como icono de esta muestra.

El laberinto de imágenes que propone Pereñíguez se centra también en cómo se ha leído el cuerpo en la Grecia clásica en trabajos en lápiz, tiza y carbón como Eidolón, que nos remite a un tiempo anterior en que su trabajo partía siempre del dibujo, un origen al que regresa en los dibujos de la última planta de la galería. Con todo, el artista evita las explicaciones y anécdotas. "Me interesa más el misterio que la ironía porque el misterio es más irónico que la ironía, es menos legible todavía. No me preocupa distanciar mi discurso del espectador. Creo que el excesivo didactismo del arte actual empobrece la obra, lo hace todo mecánico y excesivamente proyectado".

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