Cultura

Precisos delirios

Cía Maravilla. Dirección: Jorge Barroso 'Bifu'. Dramaturgia: Jorge Barroso 'Bifu' y 'El cuarteto Maravilla'. Diseño de escenografía: Gonzalo Narbona y Jorge Barroso 'Bifu'. Vestuario: Angie Paz. Intérpretes: Rafael Rivera, Rafael Campos y Antonio Campos. Fecha: 4 de agosto. Lugar: Palacio de la Buhaira. Aforo: Media entrada.

La coartada para el despliegue de lo fantástico y lo sorprendente, de lo drástico y lo delicado, la suministra, en el Lapsus de Jorge Barroso Bifu y El cuarteto maravilla, el tema del sueño y la duermevela. El recurso es antiguo; fue, por ejemplo, un viejo truco del cine primitivo para justificar las manipulaciones sobre el registro real, o, simplemente, la sencilla documentación de un hecho atípico o pasmoso, casi siempre un exceso del cuerpo. Y podría decirse que este singular y admirable Lapsus, a medio camino entre el clown y el slapstick, nace de ahí, del minucioso trabajo sobre la "toma única", sobre el espacio enmarcado que sólo respira hacia adentro -la abandonada parada de autobús, sus trampillas y recovecos-, y donde el actor, manipulador de gadgets, es quien orquesta las mínimas y ambiguas transiciones y absorbe la temporalidad.

Estamos, entonces, frente a un ejercicio exigente en sumo grado para los intérpretes, sobre todo aquí, pues Rafael Rivera y Rafael y Antonio Campos añaden al alarde corporal y del gesto una milimétrica coreografía de movimientos que se extiende durante la hora que dura el espectáculo. Así, no sólo se trata de que la vis cómica del trío, sus sobresalientes habilidades musicales o las constantes sorpresas escénicas alegren las retinas del espectador en todo momento, sino de que lo hagan al compás de un ajustado e interiorizado metrónomo que se demuestra infalible. Nada rompe la endiablada continuidad, todo está ajustado al milímetro, y es ahí donde Lapsus se distingue de otros muchos espectáculos similares: en la sensible sutura de los sketches, que diluyen así su autonomía en beneficio del todo onírico, y en el sentido del ritmo y la progresión. Es la mejor manera de expresarse cuando, como aquí, casi no se habla; hacerlo a partir del pensamiento hecho movimiento, pero uno con reglas y límites.

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