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críticas de cine

Prosigue la inmersión de Wenders

Alicia Vikander y James McAvoy, en una escena de la nueva película del director alemán Wim Wenders.

Alicia Vikander y James McAvoy, en una escena de la nueva película del director alemán Wim Wenders.

Win Wenders es un respetado y venerable autor, uno de los grandes nombres del nuevo cine alemán de los años 60 y 70, con el que mantengo una relación singular: una de sus películas, París, Texas, está entre mis favoritas, la veo con frecuencia y me emociona siempre. Además comparto su devoción por el maestro japonés Yasujiro Ozu y me conmueve el documental que le dedicó, Tokio Ga. Pero todas sus demás películas, salvo El cielo sobre Berlín, Llamando a las puertas del cielo y sus documentales como Buena Vista Social Club, me han resultado indiferentes. Y las más celebradas me han aburrido hasta el extremo de hacerme abandonar la sala antes de que acabara la proyección, casos de El miedo del portero ante el penalti, En el curso del tiempo, Alicia en las ciudades, El amigo americano o El estado de las cosas. Con ningún otro director tengo una relación tan asimétrica.

Inmersión contiene trozos del que para mí es el mejor y más emocionante Wenders -el que estiliza con elegancia las emociones sin restarles fuerza- que naufragan en el mar de aburrimiento del más pesado, pedante y pretencioso. Dos amantes viven dispares inmersiones: ella, una científica, en el fondo del mar buscando el origen de la vida; él, un ingeniero y presunto espía secuestrado en Somalia, en el infierno del yihadismo. Y desde sus dos inmersiones se aman, se desean, se echan de menos y sobre todo sufren por el carácter tal vez definitivo de su separación. Le sobran discursos y le falta carne a esta historia de amor, dolor y pasión. Los recuerdos de la historia de amor, lujo y filosofía en un hospedaje monísimo de una idílica Normandía se insertan mal. Todo lo agrava una mala digestión del lirismo metafísico o panteísta de Malick. Los dos intérpretes no están mal, incluso son lo mejor de la película; pero sus personajes y la retórica puesta en escena les restan credibilidad y el aburrimiento enfría sus trabajos.

Sin necesidad de inmersiones oceánicas o zulos yihadistas, Wenders ya retrató admirablemente la incomunicación entre quienes fueron amantes en la desoladora escena de la conversación telefónica entre Nastassia Kinski y Harry Dean Stanton separados por el muro de cristal de un local porno de peep show en París, Texas. Por esa secuencia y esa película merece que se le perdone todo.

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