Exposición

Radicales en la era de la transgresión

  • El CAAC dedica una doble muestra al trabajo del colectivo Ant Farm y de José Miguel Prada Poole

El colectivo Ant Farm estuvo activo apenas diez años, entre 1968 y 1978, cuando un incendio destruyó su estudio en San Francisco. Sin embargo, aquella década fue suficiente para que sus integrantes -los arquitectos Dough Michels, Chip Lord, Curtis Schreier, Hudson Marquez y Douglas Hurr- se significaran como una de las más insólitas propuestas, y ya es decir, nacidas y crecidas al amparo de la cultura underground californiana: una factoría de ideas que sobrepasaba los anchos márgenes arquitectónicos para zambullirse sin complejos en acciones performativas cargadas de significado político.

A este lado del océano, aunque con decisiva estancia en el Massachussets Tecnological Institute (MIT) de Boston, un arquitecto español, José Miguel Prada Poole (Valladolid, 1937), proyectaba por los mismos años osadas arquitecturas marinas, construcciones efímeras tan pragmáticas como Instant City -una estructura inflable de caducidad temprana, pero capaz de acoger a centenares de inquilinos durante el periodo estipulado- o viviendas orgánicas en permanente ósmosis con sus huéspedes.

El segundo sin duda conocía la obra de los primeros; en sentido inverso, por contra, la relación se antoja improbable. Aun así, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) ha decidido reunir el trabajo de ambos en la doble muestra Ant Farm & Prada Poole, que permanecerá abierta en el Monasterio de la Cartuja hasta el próximo 8 de junio. "Unos y otro, ya en los 60, estaban hablando de la cultura de la interactividad, destacaban la importancia del medioambiente y la ecología y se decantaban por las estructuras inflables a la hora de plantearse arquitecturas efímeras. Ambos presentaron proyectos visionarios", señala el director del CAAC, José Lebrero, a la hora de apuntar los factores comunes que a su entender justifican la doble propuesta.

La muestra en torno a Ant Farm viene del Frac Centre de Orleans (Francia) y está coproducida por la Universidad de California, el Berkeley Art Museum y el MOMA; la de Prada Poole, organizada por el CAAC, viajará a la localidad gala tras su paso por Sevilla. Para entonces, Lebrero confía en poder presentar un libro en torno al vallisoletano. "Es un arquitecto maldito. En España no sólo no se conserva obra suya, apenas algo en Madrid, sino que tampoco se ha publicado nada sobre su trabajo. Y ello pese a que él siempre ha defendido la viabilidad de sus proyectos", afirma.

De ese caracter visionario no sólo dan fe los tres diseños que la muestra repasa -el mencionado Instant City; el ambicioso Atlántida, una ciudad marina flotante y autosuficiente; y el muy factible Jonás, en torno a una vivienda orgánica-; en Sevilla hemos tenido dos señaladas construcciones suyas, ambas perdidas hoy para la ciudad: Hielotrón, aquella pista de patinaje sobre hielo que en el paso de los 70 a los 80 creó afición a una disciplina impensable a 40 grados a la sombra, y El Palenque, recientemente arrasado por la piqueta en pro de la expansión comercial de la isla de la Cartuja y, definitivamente, en contra de un legado tan infravalorado como el de la Expo 92.

Prada Poole, pese a su edad, continúa dando hoy clases en la Politécnica de Madrid. Son seminarios reducidos impartidos a un escaso número de discípulos. ¿Suficiente para crear escuela? Parece difícil. "Diría, de hecho, que ésta es la primera ocasión en que sus proyectos se presentan de modo tan extenso", apunta Lebrero.

El interés de por la obra de Ant Farm, que los alumnos de la Politécnica sevillana podrán conocer pronto de primera mano mediante un seminario al que acudirá Chip Lord, sigue sin embargo incólume. Más allá del rastro arquitectónico, aunque a menudo en sutil simbiosis, sus acciones performativas han pasado ya al imaginario iconográfico de la cultura (pop o no) del siglo XX. En este sentido, y a riesgo de resultar reiterativo, habrá que señalar una performance como Media Burn (1975), en la que un automóvil convenientemente tuneado chocaba contra una montaña de televisores en una fecha tan apropiada como el 4 de julio; o Cadillac Ranch, de un año antes, con sus diez autos alineados y enterrados de morro en mitad del desierto, presagio de un colapso industrial que años más tarde Bruce Springsteen convertiría en memorable canción. "Hay una crítica agresiva en Ant Farm contra las limitaciones e imposiciones que los medios pretenden marcar", sugiere Lebrero. Imposible entenderlo sin retrotraerse a aquella era transgresora.

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