crítica de música

Reavivando la adicción

Desde los primeros acordes de Tranquiliatta se hizo palpable que en este concierto íbamos a tener sobradamente eso que los distingue entre ser rutina de una banda que resucita para llenarnos de nostalgia y ser una ocasión muy especial. La música de Amphetamine Discharge posee el aroma de los garitos que pisábamos hace años, salpicado de todas las buenas y no tan buenas vivencias que hemos pasado desde entonces, un sabor real que paladea con gusto la música de los 90, que ellos no sienten rubor en seguir prefiriendo; pero han vuelto con más poder y emoción de la que tenían cuando se fueron, casi por la puerta de atrás entonces, para entrar ahora por la puerta principal.

Nos llevaron a todos hasta lo sublime de Glamour y lo excesivo de la sobreamplificación de la guitarra del Loco y el lado más agresivo de Old & young, lo esperado de I just wanna kiss y lo sorpresivo de rescatar a los Ramones y a otras tres bandas de lo más florido del punk. Pero es que más sorpresivo todavía era cómo sonaban sus nuevas canciones, de las que llegaron a presentar hasta seis, siendo cada una de ellas mejor que la anterior: Last Summer es soberbia, Twin A no desentonaría en Rotaflex. Y el público, sin prejuicios, se dejó contagiar por la amplia capacidad de Aurora, la banda y los invitados, que crearon una agitación que resultó contundente, estimulante y divertida.

Mi memoria se empeña en regurgitar una amalgama de imágenes y sonidos que rehúye los detalles concretos para repetir una y otra vez que, sencillamente, todo fue una de esas experiencias que no se borran del recuerdo así como así. Una noche que disfruté por pura diversión, sin acordarme de mis deberes de cronista canalla.Amphetamine Discharge son un mundo aparte, gigantes en su menuda modestia; dueños de una rara sensibilidad, y de un instinto musical que vale su precio en oro. Y como el oro brilla también su futuro.

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